Donald Trump es un neoimperialista y Zelenski un dictador en Ucrania

Donald Trump es un neoimperialista. Esa afirmación, que a primera vista podría parecer un juicio de valor extremo, cobra un matiz inquietantemente real cuando se analiza su reciente accionar en el escenario internacional. Desde sus conversaciones polémicas con Vladimir Putin hasta sus declaraciones incendiarias contra Volodímir Zelenski, las acciones de Trump han dejado una marca indeleble en la geopolítica contemporánea. La cuestión no es solo qué representa a Trump, sino cómo su postura amenaza con redefinir el equilibrio de poder global, dejando a Europa fuera de las decisiones críticas sobre su propia seguridad y debilitando a Ucrania en un momento de extrema vulnerabilidad. En el centro de este conflicto se encuentra una narrativa cargada de tensiones, donde el juego de poder se enreda con intereses económicos, territoriales y militares que podrían redefinir el futuro de las relaciones internacionales.

Diego García-Sayán Larrabure, abogado y político peruano de amplia trayectoria internacional, ha abordado este complejo escenario en su reciente artículo publicado en EL PAÍS de España, titulado: «Ucrania: ¿dictador vs. neoimperialista?»  Como expresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y exministro de Relaciones Exteriores del Perú, García-Sayán ofrece un análisis incisivo de las acciones recientes de Trump y Zelenski. Su análisis revela una trama en la que la política exterior de Estados Unidos bajo el liderazgo de Trump deja al descubierto una visión unipolar, mientras que el gobierno ucraniano, en su desesperación por resistir la invasión rusa, adopta posturas autoritarias que socavan las libertades democráticas internas.

Donald Trump es un neoimperialista

Donald Trump es un neoimperialista, no solo por sus declaraciones cargadas de soberbia, sino por sus acciones concretas que han marginado a Europa en las negociaciones sobre Ucrania. Según Josep Borrell, ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Trump ha actuado de manera unilateral, dialogando directamente con Putin mientras excluye a las potencias europeas e incluso a Ucrania de las conversaciones. Este “capotazo” a favor de Moscú no solo debilita a Kiev, sino que también fractura la unidad de Occidente frente a la agresión rusa. Borrell afirmó que el comportamiento de Trump excede los simples discursos verbales y se inscribe en una estrategia clara de neoimperialismo estadounidense, dejando a Europa desconcertada y vulnerable.

Desde sus conversaciones polémicas con Vladimir Putin hasta sus declaraciones incendiarias contra Volodímir Zelenski, las acciones de Trump han dejado una marca indeleble en la geopolítica contemporánea. La cuestión no es solo qué representa a Trump, sino cómo su postura amenaza con redefinir el equilibrio de poder global, dejando a Europa fuera de las decisiones críticas sobre su propia seguridad y debilitando a Ucrania en un momento de extrema vulnerabilidad. Ilustración MidJourney

En medio de esta ofensiva diplomática, Zelenski ha sido empujado por Trump y sus aliados a celebrar elecciones anticipadas bajo la amenaza velada de perder el apoyo internacional. Este tipo de presión, disfrazada de exigencia democrática, pone en entredicho la autonomía de Ucrania para decidir sobre su propio futuro. Las declaraciones de Trump, que llegaron a tildar a Zelenski de “dictador”, añaden una capa de tensión en un contexto donde la estabilidad interna del país ya está gravemente afectada por la guerra. Las acusaciones de Trump no son casuales: son parte de una estrategia más amplia que busca debilitar la posición de Zelenski en la mesa de negociaciones.

Desmembrar en modo europeo

Donald Trump es un neoimperialista cuya política exterior se basa en imponer la voluntad de Estados Unidos sin consideración por sus aliados tradicionales. La reciente Conferencia de Seguridad de Múnich dejó claro que las de Trump no solo buscan desestabilizar a Ucrania, sino que acciones también socavar la cohesión europea. Las intervenciones del vicepresidente estadounidense JD Vance, quien apoyó al partido neonazi Alternativa para Alemania (AfD), evidencian una inclinación peligrosa hacia el extremismo. Mientras tanto, figuras como Elon Musk, con gestos tan provocadores como un saludo nazi, reflejan un ambiente de impunidad creciente en torno a las élites estadounidenses más radicales.

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Las concesiones unilaterales que Trump ha ofrecido a Rusia, sin consultar a sus aliados europeos, son otro indicio de su agenda neoimperialista. Entre las más controvertidas se encuentran la idea de reincorporar a Rusia al G7, aceptar públicamente que Ucrania no recuperará sus fronteras previas a la guerra e impedir que Kiev se una a la OTAN. Estas decisiones afectan directamente la seguridad europea, pero han sido tomadas sin el consentimiento de las naciones que se verán más impactadas por sus consecuencias. La OTAN, que alguna vez fue un símbolo de unidad transatlántica, parece hoy debilitada, socavada desde dentro por las decisiones unilaterales de Washington.

El valor de la paz para Trump

Donald Trump es un neoimperialista cuyo interés por Ucrania parece más motivado por el acceso a recursos estratégicos que por un compromiso real con la paz o la democracia. Los vastos yacimientos de minerales raros en territorio ucraniano —titanio, litio y otros elementos esenciales para la tecnología de punta— representan un botón codiciado por las grandes potencias. Para Trump, estos recursos, valorados en más de 500.000 millones de dólares según algunas estimaciones, podrían convertirse en una “compensación” por la ayuda brindada a Ucrania. Las sospechas de acuerdos encubiertos con Rusia para facilitar el acceso a estos minerales son cada vez más fuertes, alimentando la idea de que detrás de la retórica imperialista se esconden ambiciones económicas colosales.

Mientras tanto, Zelenski se enfrenta a acusaciones de autoritarismo que, en el contexto actual, no pueden ser descartadas sin un análisis profundo. La presión de Trump para que el presidente ucraniano celebre elecciones anticipadas en medio del conflicto bélico es, en sí misma, una trampa política. Zelenski, en su afán por mantener la unidad nacional, ha tomado decisiones que podrían ser vistas como dictatoriales por sus detractores. Sin embargo, en un país bajo asedio, medidas excepcionales no siempre responden a deseos autoritarios, sino a necesidades de supervivencia. La línea entre el autoritarismo y la defensa nacional se vuelve difusa en tiempos de guerra, y Zelenski camina constantemente sobre ese hilo peligroso.

Según Josep Borrell, ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Trump ha actuado de manera unilateral, dialogando directamente con Putin mientras excluye a las potencias europeas e incluso a Ucrania de las conversaciones. Ilustración MidJourney.

Regresó el unilateralismo de EE.UU.

Donald Trump es un neoimperialista que ha puesto en jaque la estabilidad geopolítica de Europa. Su disposición a negociar directamente con Putin, dejando fuera a Ucrania ya sus aliados europeos, recuerda los peores episodios del unilateralismo estadounidense. La posibilidad de que Estados Unidos se retire de su papel como garantía de la seguridad europea plantea serias dudas sobre el futuro de la OTAN y el equilibrio militar en la región. Con 20.000 efectivos estadounidenses desplegados en Europa del Este, la retirada de esas tropas podría desencadenar una reacción en que debilitaría la cadena de defensa del flanco oriental europeo frente a una Rusia cada vez más agresiva.

Zelenski, por su parte, ha respondido con dureza a las acusaciones de Trump, calificándolo de desinformado y víctima de la propaganda rusa. Sin embargo, la presión para celebrar elecciones y las críticas a su gestión podrían socavar su legitimidad interna en un momento en que Ucrania necesita mostrar unidad. La consolidación de una industria militar propia, con la fabricación de drones y otros equipos defensivos, demuestra que Kiev está decidido a resistir sin depender por completo del apoyo externo. Pero la amenaza de ser abandonado por Estados Unidos pesa sobre las decisiones del gobierno ucraniano.

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La estable historia del bueno y el malo

Donald Trump es un neoimperialista cuyo accionar podría desencadenar una nueva partición de Europa, similar a la que vivió tras la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de definir nuevas esferas de influencia —una occidental y otra dominada por Rusia— es vista por algunos analistas como un escenario posible si las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y Moscú avanzan sin considerar a los países europeos ni a Ucrania. La historia, en este contexto, parece repetirse, pero esta vez sin el liderazgo moral que alguna vez representaron figuras como Roosevelt o Churchill.

En este tablero geopolítico, las motivaciones económicas, el acceso a recursos estratégicos y la lucha por el poder internacional se entrelazan con intereses políticos y militares. La narrativa de Trump como neoimperialista y Zelenski como dictador refleja un conflicto más profundo, donde las decisiones unilaterales de Washington podrían redefinir el futuro de Europa y la estabilidad global. La pregunta que queda es si Europa podrá reaccionar a tiempo para defender sus propios intereses o si, una vez más, quedará a merced de las decisiones tomadas al otro lado del Atlántico.

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