El conflicto diplomático entre Estados Unidos y Colombia desatado recientemente ha puesto en evidencia una coincidencia inesperada entre dos líderes que, en el papel, deben ser opuestos: Petro y Trump. Sin embargo, más allá de las ideologías que representan, Gustavo Petro y Donald Trump comparten rasgos de personalidad que han sido clave en sus trayectorias políticas: impulsividad, una fuerte convicción de estar en lo correcto y una forma de liderazgo que prescinde de los canales diplomáticos tradicionales. En este episodio, donde Petro tomó una decisión abrupta que llevó a sanciones inmediatas por parte de Trump, quedó claro que ambos se sienten dueños de la verdad absoluta y actúan sin medir las consecuencias, generando crisis innecesarias.
El análisis de este fenómeno ha sido abordado por Fernando Cvitanic, periodista y académico con experiencia en política internacional, en su reciente artículo publicado en The Conversation, titulado: «Más diplomacia y menos X: las enseñanzas que deja la crisis entre Colombia y Estados Unidos» . Cvitanic, con estudios en la Universidad Santo Tomás de Chile y el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid, ha trabajado en medios de comunicación, asesorado a gobiernos y enseñado en universidades de Colombia. En su artículo, desglosa cómo una decisión apresurada de Petro generó una reacción inmediata de Trump, que, lejos de buscar una solución mediante la diplomacia, utilizó su estilo característico para imponer represalias varias en cuestión de horas.
Las caras de Petro y Trump
Petro y Trump tienen en común una aversión a los mecanismos institucionales tradicionales. Para ellos, los canales diplomáticos o las estrategias de comunicación prudentes parecen representar más un estorbo que una herramienta. La reciente crisis diplomática lo demuestra con claridad. Petro, en su acostumbrado estilo desafiante, decidió sin aviso previo impedir el aterrizaje de aviones estadounidenses con colombianos deportados. Trump, por su parte, respondió de inmediato con sanciones que afectarán desde la emisión de visas hasta el comercio bilateral. Esta escalada no fue producto de un análisis estratégico, sino de decisiones tomadas por impulso, con base en una percepción de superioridad en la que ninguno de los dos parece considerar las consecuencias a largo plazo.

Si bien Petro y Trump representan espectros políticos distintos, el primero con una postura de izquierda y el segundo con un discurso de derecha radical, en la práctica sus estilos de liderazgo se asemejan más de lo que sus seguidores estarían dispuestos a admitir. Ambos han demostrado una tendencia a gobernar desde las redes sociales, utilizando plataformas como X para hacer anuncios de alto impacto sin consultar previamente con sus equipos de trabajo o con expertos en la materia. En esta crisis, la madrugada fue testigo de un Petro que desautorizaba el aterrizaje de aviones con migrantes, y de un Trump que, al enterarse, decidió cerrar la oficina de visas para colombianos. La diplomacia quedó en segundo plano, sustituida por una guerra de egos donde la imagen de poder personal se impuso sobre los intereses de ambos países.
Petro le pichó bombita a Trump
Las consecuencias de este choque de voluntades no tardaron en manifestarse. Para Colombia, las medidas tomadas por Trump representaron un golpe económico significativo. El comercio con Estados Unidos es fundamental para la economía colombiana, y un incremento arancelario del 25% sobre productos clave como café y flores ponía en riesgo a miles de trabajadores. Pero más allá del impacto económico, la crisis dejó en evidencia un patrón de comportamiento que no es exclusivo de este episodio. Petro y Trump han construido su liderazgo sobre la confrontación y la polarización, lo que los lleva a tomar decisiones sin sopesar el daño colateral.
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La diplomacia estadounidense, encabezada por el secretario de Estado Marco Rubio, buscó minimizar la crisis con un enfoque más pragmático, pero la reacción inicial de Trump dejó claro que no está dispuesto a tolerar desafíos a su autoridad. Petro, al darse cuenta del daño que podía generar su decisión, intentó rectificar con declaraciones más conciliadoras en la misma red social donde inició la disputa. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Trump había encontrado en esta crisis la oportunidad perfecta para enviar un mensaje de autoridad a otros gobiernos de la región que podrían intentar desafiar su política migratoria.
Dos hormas mismo zapato
Los paralelismos entre Petro y Trump no se limitan a este episodio. Ambos han construido su imagen en torno a una narrativa de lucha contra el establishment, presentándose como líderes que desafiaban las reglas tradicionales del poder. Petro, con su discurso contra las élites económicas y políticas, y Trump, con su retórica populista de «América Primero», han logrado movilizar bases de seguidores fieles que justifican cada una de sus acciones sin cuestionarlas. Esta dinámica ha permitido que tomen decisiones que, en otro contexto, sean vistas como erráticas o irresponsables, sin que sus apoyos se vean significativamente afectados.
Pero esta estrategia también tiene un costo. Petro y Trump enfrentan constantes desafíos a su gobernabilidad precisamente por la forma en que han decidido ejercer el poder. En el caso de Trump, su primer mandato estuvo marcado por una serie de crisis políticas generadas por su propia administración, desde enfrentamientos con el Congreso hasta su polémica gestión de la pandemia de COVID-19. Petro, por su parte, ha tenido que lidiar con una constante oposición interna, en buena parte alimentada por sus propios errores de comunicación y su falta de articulación con otros sectores del gobierno.

Los errores no forzados
La crisis con Estados Unidos es solo un ejemplo más de cómo la impulsividad y la convicción de tener siempre la razón pueden generar conflictos evitables. Petro y Trump, pese a sus diferencias ideológicas, actúan con la misma lógica de confrontación, lo que los convierte en figuras impredecibles en el ámbito internacional. Para Colombia, el mensaje que deja este episodio es claro: la diplomacia no puede quedar subordinada a los impulsos de un presidente que prefiere gobernar a golpe de tuit. Y para Estados Unidos, la lección es similar: la política exterior requiere estrategias de largo plazo, no decisiones tomadas en el calor del momento.
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Mientras Trump se consolida en su regreso a la Casa Blanca con un mensaje de mano dura, Petro se enfrenta a un escenario complejo donde tendrá que elegir entre la confrontación permanente o una diplomacia más prudente. Sin embargo, si la historia reciente sirve de referencia, es poco probable que alguno de los dos opte por el camino de la moderación. En su visión del mundo, la verdad les pertenece, y la impulsividad es una herramienta de liderazgo, no un defecto. La pregunta que queda es cuántas crisis más generarán antes de que sus países paguen un precio aún mayor por sus decisiones.