El debate sobre la inmigración en los Estados Unidos ha alcanzado niveles alarmantes, con un reciente estudio que pone en evidencia actitudes radicales hacia los inmigrantes indocumentados. Una encuesta nacional reveló que una porción significativa de los radicales estaría dispuesta a justificar el «uso de la violencia» como medida para frenar la entrada de personas sin autorización legal al país. Estas cifras reflejan una polarización social alimentada por discursos políticos cargados de retórica antiinmigrante, especialmente en el contexto de las campañas electorales recientes.
William McCorkle, profesor adjunto de Educación en el College of Charleston y experto en la intersección de la inmigración, el nacionalismo y la educación, exploró este tema en un artículo titulado: “Los trumpistas radicales defienden la violencia contra la inmigración irregular”, publicado en el portal La Conversación. McCorkle, quien ha trabajado extensamente con solicitantes de asilo en ciudades fronterizas mexicanas como Reynosa y Matamoros, destacó cómo las narrativas polarizantes se han trasladado del discurso político a las creencias populares, generando apoyo hacia extremas, incluso el uso de armas contra migrantes.
Uso de la violencia es bien vista
En su análisis, McCorkle detalla que la retórica antiinmigrante ha sido un elemento central en la carrera política de Donald Trump, pero que durante la campaña presidencial de 2024 adquirió un tono aún más beligerante. Desde calificar la inmigración indocumentada como una «invasión militar« hasta vincular la presencia de migrantes con peligros genéticos, Trump ha influido en la percepción pública sobre el tema. Esta narrativa, según los hallazgos de McCorkle, ha hecho que algunos sectores de la población consideran el «uso de la violencia» como una herramienta legítima para abordar el problema.

Los resultados de la encuesta son particularmente preocupantes. Realizada en julio de 2024, esta incluye a 2.042 participantes de diferentes orígenes raciales y políticos. Una de las preguntas planteaba si el gobierno de Estados Unidos debería «recurrir a la violencia para detener la inmigración no autorizada». Aunque solo el 26% de los encuestados estuvo de acuerdo en general, el apoyo ascendió al 47% entre quienes se identifican como conservadores y al 54% entre los autodenominados extremadamente conservadores. Estas cifras sugieren que, aunque la mayoría de los estadounidenses rechaza el recurso a la violencia, los sectores más radicales justifican su uso como respuesta a la crisis migratoria.
Lobos solitarios antiinmigrantes
El estudio también abordó la posibilidad de que individuos particulares utilicen la violencia. Aunque el 89% de los encuestados se opuso a esta idea, un preocupante 21% de los conservadores y el 41% de los extremadamente conservadores la respaldaron. Estas cifras reflejan un cambio preocupante en las actitudes hacia la migración y la forma de abordarla, alimentado por discursos de líderes políticos que promueven soluciones agresivas. El uso de la violencia, que podría parecer un extremo inadmisible, se convierte así en una opción válida para ciertos grupos.
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Uno de los aspectos más impactantes de la encuesta fue la pregunta sobre si las autoridades del estado de Texas deben estar autorizadas a disparar contra migrantes que cruzan la frontera sin permiso. Esta idea, planteada tras los comentarios del gobernador de Texas, Greg Abbott, obtuvo el respaldo del 24% de los conservadores y del 52% de los extremadamente conservadores. Aunque la mayoría de los estadounidenses rechaza tal medida, el alto nivel de apoyo entre sectores radicales evidencia una aceptación alarmante del uso de la violencia en contextos fronterizos, lo que podría tener consecuencias graves para los derechos humanos.
Mecanismos de control
El contexto histórico y social también juega un papel crucial en la normalización de estas actitudes. McCorkle señala que convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios es una estrategia política que, aunque efectiva para ganar apoyo entre ciertos votantes, tiene implicaciones devastadoras. La vinculación entre inmigración y criminalidad, ampliamente difundida por figuras políticas como Trump, ha moldeado una narrativa donde los inmigrantes son percibidos como una amenaza existencial. Esta percepción no solo refuerza el apoyo a políticas estrictas, sino que también justifica el uso de la violencia como mecanismo de control.
La relación entre la retórica violenta y las actitudes sociales ha sido objeto de estudio en diversas investigaciones. Un análisis de 2014 mostró que incluso las metáforas violentas leves en anuncios políticos podían aumentar el apoyo a la violencia política, especialmente entre los jóvenes. Este fenómeno subraya el impacto de los discursos polarizantes y cómo estos pueden traducirse en acciones concretas. McCorkle, tras recorrer la frontera entre Texas y México, destacó el impacto tangible de estas narrativas, citando el ataque en un Walmart de El Paso en 2019 como un ejemplo trágico de cómo las palabras pueden convertirse en actos.

Ideologías supremacistas blancas
El agresor de El Paso, motivado por ideologías supremacistas blancas, justificó su ataque como una respuesta a lo que denominó «la invasión hispana de Texas». Su manifiesto reflejaba el lenguaje utilizado por Trump en múltiples ocasiones, refohttps://es.wikipedia.org/wiki/Lenguajerzando la conexión entre los discursos políticos y los actos de violencia. Este caso, lamentablemente, no es único. Las milicias armadas que patrullan la frontera han adoptado posturas similares, justificando el uso de la violencia contra los migrantes como una forma de proteger el país.
Aunque las estadísticas muestran que la mayoría de los estadounidenses no apoya estas medidas extremas, la creciente aceptación en ciertos sectores políticos es preocupante. La polarización política y la deshumanización de los migrantes crean un ambiente donde la violencia se percibe no solo como inevitable, sino también como necesaria. La utilización de la violencia se normaliza en estas narrativas, transformando lo que debería ser una discusión política en un conflicto moral y ético de gran envergadura.
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Cuatro años más de retórica antiinmigrante
La investigación de McCorkle concluye que el impacto de otros cuatro años de retórica antiinmigrante podría ser devastador. La legitimación de la violencia, ya sea a través de políticas oficiales o actos individuales, tiene el potencial de profundizar divisiones sociales y generar mayores niveles de conflicto. La relación entre discurso y acción es clara, y mientras los líderes políticos continúen utilizando el lenguaje del miedo y la confrontación, el riesgo de violencia seguirá latente.
En última instancia, este debate no solo se trata de inmigración, sino de los valores fundamentales que definen a una sociedad. La aceptación del uso de la violencia como solución a un problema político plantea preguntas profundas sobre la dirección que está tomando Estados Unidos y la capacidad de su población para encontrar soluciones humanas y éticas en tiempos de crisis. El futuro de esta discusión dependerá de la capacidad de líderes y ciudadanos para rechazar el odio y promover una visión de convivencia pacífica y respeto mutuo.

