La historia de Jesús, más allá de su mensaje de amor y redención, está impregnada de una humanidad que muchos preferirían ignorar. En su estirpe encontramos un registro que incluye asesinos, adúlteros, mentirosos y tramposos, un árbol genealógico que, en lugar de ocultarse, se muestra a plena luz en el Evangelio de Mateo. Este linaje problemático, lejos de ser un obstáculo, es un recordatorio poderoso de que hay esperanza para nosotros, independientemente de cuán rotos o imperfectos podamos sentirnos. La radicalidad de este mensaje nos desafía a repensar nuestras ideas sobre la pureza, la moralidad y la pertenencia.
Peter Wehner, miembro senior del Trinity Forum y colaborador frecuente de The New York Times, exploró este tema en su ensayo titulado: “Por qué es importante que Jesús viniera de una familia disfuncional”. Wehner, conocido por sus profundas reflexiones sobre política, fe y cultura, escribe en esta ocasión inspirado por un sermón escuchado en la Iglesia Bautista Groveton en Alexandria, Virginia. El pastor Chris Davis centró su mensaje en los primeros 17 versículos del Evangelio de Mateo, destacando que la genealogía de Jesús no es solo una lista de nombres, sino un testimonio de familias fracturadas y generaciones cargadas de errores. Wehner retoma esta idea para enfatizar que la narrativa cristiana la redención abraza precisamente porque reconoce la imperfección humana.
Con Jesús, hay esperanza para nosotros
El impacto de esta revelación es significativo. En una cultura que idolatra la perfección y oculta las imperfecciones bajo capas de filtros y narrativas cuidadosamente construidas, la historia de Jesús es un faro de autenticidad. Hay esperanza para nosotros, no porque seamos perfectos, sino porque incluso nuestras fallas pueden ser parte de algo más grande. Este mensaje resuena con especial fuerza en un mundo donde la fragilidad y el dolor a menudo se ocultan tras fachadas brillantes, tanto en las redes sociales como en nuestras interacciones cotidianas.

La genealogía de Jesús, tal como la presenta Mateo, no oculta nada. Incluye nombres como Judá, que tuvo un hijo con su nuera Tamar disfrazada de prostituta; Rahab, una prostituta que ayudó a los espías israelitas; David, que no solo fue un rey glorioso sino también un adúltero y conspirador para el asesinato; y Manasés, un rey conocido por su idolatría y violencia. Este linaje no es simplemente un detalle histórico, sino una declaración teológica. Según Michael S. Keller, pastor de la iglesia Redeemer Lincoln Square en Nueva York, estas genealogías funcionaban como una especie de currículum en la antigüedad. Mostrar una ascendencia tan problemática era, en términos modernos, algo similar a presentar un currículum lleno de fallos en lugar de logros. Sin embargo, Jesús no necesitaba esconder nada. Este es el ADN de la redención.
Lugar donde curar las heridas
Lo que resulta aún más llamativo es cómo esta genealogía conecta con la idea de ruptura de ciclos. El reverendo Scott Dudley, de la Iglesia Presbiteriana Bellevue, lo describe como un mensaje de que los sistemas de disfunción no son inquebrantables. Las generaciones no están condenadas a repetir los errores de sus predecesores. Si Jesús pudo surgir de este linaje lleno de caos y tragedia, entonces, hay esperanza para nosotros. Los ciclos pueden romperse, las familias pueden sanar, y las historias más oscuras pueden transformarse en luz.
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El cristianismo, en su esencia, se aleja de las narrativas de perfección superficial. La iglesia, como dijo el Papa Francisco, debería ser un hospital de campaña, un lugar donde las heridas se curan antes de emitir juicios. Sin embargo, como señala Wehner, muchas veces las iglesias funcionan como vitrinas de una «aldea Potemkin», proyectando una imagen falsa de vidas resueltas y éxito moral. Esta desconexión entre la realidad humana y la narrativa idealizada puede alejar a quienes más necesitan el mensaje de inclusión y esperanza.
Fundó sobre la fragilidad humana
Jesús no solo descendió de personas imperfectas; se rodeó de ellas en su vida. Desde los marginados sociales hasta los pecadores declarados, su ministerio se enfocó en aquellos que eran rechazados por la sociedad y la religión dominante. Este enfoque en los más pequeños y necesitados revela un cristianismo que no excluye a nadie. En palabras de Kerry Dearborn, profesora de teología en la Universidad Seattle Pacific, “Jesús no se mantuvo al margen de nuestra fragilidad humana, sino que se sumergió en sus mismas profundidades”. Este acto de inmersión total en la humanidad rota es lo que hace que el mensaje de Jesús sea tan transformador. Él arma una narrativa en la que hay esperanza para nosotros.
El contexto histórico también ofrece lecciones para nuestras dinámicas actuales. Craig Barnes, ex presidente del Seminario Teológico de Princeton, señala que la inclusión de gentiles en la genealogía de Jesús es un recordatorio de que el cristianismo no debe ser excluyente. Sin embargo, en la práctica, las iglesias a menudo levantan barreras, creando una mentalidad de “nosotros contra ellos”. Esta tendencia contradice el ministerio de Jesús, que derribó muros divisores y abrazó a los marginados.

Construir puentes en lugar de muros
La genealogía de Jesús no solo subraya la posibilidad de redención personal, sino también la necesidad de transformación comunitaria. En un mundo donde las divisiones y los prejuicios parecen insuperables, este mensaje nos llama a construir puentes en lugar de muros. Hay esperanza para nosotros como individuos, pero también para nuestras comunidades y naciones. La historia de Jesús nos desafía a dejar atrás la rigidez doctrinal y el juicio para adoptar una actitud de compasión y apertura.
En última instancia, la genealogía de Jesús es un recordatorio de que el pasado no define el futuro. Como dijo el apóstol Pablo, Dios escribe derecho con renglones torcidos. Pablo mismo, un perseguidor de cristianos antes de su conversión, se convirtió en uno de los pilares del cristianismo, escribiendo profundas reflexiones sobre el amor y la fe. Su historia, al igual que la de Jesús, demuestra que incluso las vidas más imperfectas pueden tener un propósito.
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El mensaje de esperanza en la genealogía de Jesús es claro: no importa de dónde vengamos ni los errores que hayamos cometido, nuestras historias pueden ser redimidas. En un mundo donde el juicio y la exclusión parecen prevalecer, esta narrativa ofrece un contrapunto radical. Hay esperanza para nosotros, no porque seamos perfectos, sino porque somos imperfectos. Y en esa imperfección, encontramos la posibilidad de algo más grande.