China extendió una felicitación oficial al recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mediante un breve comunicado difundido por la Agencia de Noticias Xinhua. La nota, aunque en apariencia protocolar, despertó la atención de expertos en diplomacia debido a su tono cauteloso y la falta de entusiasmo en las expresiones, destacando en cambio un silencio cargado de diplomacia. En una respuesta que parece cuidadosamente elaborada, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino limitó sus palabras a expresar un escueto reconocimiento a la decisión del electorado estadounidense, dejando fuera cualquier referencia a expectativas o deseos de colaboración, características que suelen acompañar estos anuncios en el ámbito internacional.
El material original fue elaborado por Xinhua, la agencia oficial de noticias de la República Popular China, reconocida como una de las más influyentes en el mundo, no solo por su amplia red de corresponsales, sino por su posición de vocera oficial del gobierno chino. El título que acompañó el anuncio: “China felicita a Trump por ser elegido presidente de EE.UU.”, fue publicado en la edición digital de Xinhua, y la agencia agregó unas breves declaraciones de un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores que señalaba: “Respetamos la elección del pueblo estadounidense y felicitamos al señor Trump por haber sido elegido presidente de Estados Unidos”. Esta declaración pública, que parece medir cuidadosamente cada palabra, contrastó con las efusivas reacciones de otros líderes internacionales, dejando una pregunta en el aire sobre la dirección futura de las relaciones sino-estadounidenses en la segunda administración de Trump.
China se asomó discretamente
La parsimoniosa respuesta de China refleja la tensión que marcó el período previo a las elecciones, en el cual las relaciones entre ambas naciones se caracterizaron por desavenencias en temas comerciales, tecnológicos y de seguridad. La elección de Trump reavivó interrogantes sobre el curso que seguirán las políticas exteriores de ambos países en un contexto en el que las tensiones comerciales y las disputas sobre tecnologías avanzadas han alcanzado niveles de confrontación sin precedentes. Para Pekin, el resultado electoral representa una oportunidad para recalibrar sus relaciones con la nueva administración estadounidense, pero la cautela manifestada en sus palabras deja entrever que no se harán ilusiones sobre una rápida distensión de las fricciones diplomáticas y económicas.

Por otra parte, la cobertura que Xinhua otorgó a la noticia fue ilustrativa. Además de la nota oficial, la agencia publicó un análisis bajo el título: “Trump gana la presidencia de EE.UU. en medio de profundas preocupaciones públicas”, subrayando los desafíos internos que enfrenta Estados Unidos, más allá de sus relaciones exteriores. Xinhua destacó que la campaña de Trump fue una de las más polarizadas y divisivas en la historia reciente del país, describiendo un panorama de profunda incertidumbre que se refleja en la percepción de los afectados. Según la agencia, la elección de Trump se produjo en un momento en el que la desconfianza hacia las instituciones políticas y los temores sobre el futuro de la democracia estadounidense están en su punto más alto. Este enfoque en la polarización y el malestar de la ciudadanía fue interpretado por analistas internacionales como un mensaje indirecto del Gigante Asiático, una manera de señalar las vulnerabilidades internas de su contraparte sin comprometerse con un posicionamiento explícito.
No todos son prudentes
La parquedad de la respuesta oficial de China a la victoria de Trump puede interpretarse como un mensaje diplomático en sí mismo, sugiriendo una actitud de expectación prudente. En contraste, otros líderes mundiales, como el presidente francés Emmanuel Macron, emitieron declaraciones más efusivas, destacando su disposición a colaborar con el nuevo presidente en aras de objetivos comunes. Macron, mediante un mensaje en la plataforma X, declaró: “Estamos listos para trabajar juntos como lo hicimos durante cuatro años. Con sus convicciones y las mías. Con respeto y ambición. Por más paz y prosperidad”. Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, celebró el regreso de Trump como un “nuevo comienzo para Estados Unidos” y resaltó el compromiso renovado entre ambos países, palabras que reforzarán la alianza histórica entre Estados Unidos e Israel. Sin embargo, la respuesta de Beijin contrastó marcadamente con estos pronunciamientos, manteniéndose en un tono más contenido.
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Observadores internacionales apuntan que el uso de la diplomacia del silencio, en el caso de China, podría interpretarse como un indicio de desconfianza hacia la administración de Trump, cuyas políticas agresivas en comercio y tecnología han sido fuente de fricciones durante su primer mandato. En efecto, desde 2017, China ha experimentado una escalada de tensiones con Estados Unidos, marcada por conflictos en temas comerciales, restricciones tecnológicas y cuestiones de seguridad en la región del Indo-Pacífico. Las implementadas por la administración Trump, que incluyen sanciones y restricciones a empresas tecnológicas chinas, marcaron un giro decisivo en las relaciones bilaterales, obligando a China a ajustar sus estrategias diplomáticas y económicas frente a lo que percibe como un entorno internacional cada vez más hostil.
Revisión al ambiente estadounidense
Además, la nota publicada por Xinhua incluyó información adicional sobre el clima de incertidumbre en Estados Unidos, subrayando que importantes medios estadounidenses proyectaron una victoria republicana en el Senado, lo cual refuerza el control de la agenda legislativa en Washington bajo la dirección del partido de Trump. A juicio de analistas chinos, la configuración del Congreso estadounidense plantea nuevas dinámicas que podrían consolidar políticas proteccionistas y un enfoque más nacionalista en la administración Trump. En consecuencia, China se encuentra ante el desafío de lidiar con un país que, más que nunca, parece orientado a reducir su dependencia económica y tecnológica de Beijing, intensificando una confrontación que promete seguir influyendo en la agenda global.
Las complejidades de la política interna estadounidense no pasaron desapercibidas para China. En uno de sus informes adicionales, Xinhua mencionó la preocupación pública manifestada en Estados Unidos sobre el futuro del país y la profunda división política que amenaza su estabilidad. Una encuesta citada por la agencia indica que el 77 por ciento de los estadounidenses ve el futuro de la nación con ansiedad y el 74 por ciento teme que el desenlace electoral deriva en violencia. Estos datos, recopilados por la Asociación Estadounidense de Psicología, reflejan una percepción pública de amenaza a la cohesión social en el país, una situación que China sigue de cerca, observando cómo la polarización afecta no solo la política doméstica de Estados Unidos, sino también su capacidad para proyectarse como un líder unificado en el escenario internacional.

Esperar y ver
En conclusión, la reacción de China a la victoria de Trump puede leerse como un acto de diplomacia cautelosa, una especie de “esperar y ver” que refleja tanto escepticismo como pragmatismo. Ante la perspectiva de cuatro años más bajo la administración Trump, China opta por mantener una actitud reservada, enfocada en salvar sus intereses en un contexto de crecientes desafíos geopolíticos.
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Mientras otros países expresan con franqueza sus felicitaciones, China parece decir entre líneas que no todo es celebración; el silencio diplomático y la parquedad de sus palabras revelan un enfoque calculador que apunta a la protección de sus propios intereses. La elección de Trump marca una nueva etapa en la rivalidad entre ambas potencias, y el mundo observa con atención el desarrollo de esta compleja relación.