“America First” de Trump ha sido en realidad una política bipartidista: China es el objetivo

Desde que Donald Trump popularizó el lema “America First” durante su primera presidencia, ha quedado claro que su enfoque de priorizar los intereses estadounidenses ha tenido un alcance más amplio de lo que parecía en un inicio. Aunque al principio se percibía como un movimiento aislado y personalista, su estrategia ha reflejado una posición bipartidista que Estados Unidos ha mantenido con consistencia en los últimos años, y más allá de diferencias políticas o ideológicas, “China es el objetivo”. En efecto, desde las políticas de Obama y hasta las de Joe Biden, el fortalecimiento de la producción nacional y la limitación de las acciones tecnológicas y económicas de potencias extranjeras, en particular de China, se han vuelto prioridades compartidas en la agenda de Washington.

Según Renaud Foucart, profesor titular de Economía en la Facultad de Administración de la Universidad de Lancaster, quien recientemente escribió un artículo para el portal de The Conversation titulado: “Cómo la presidencia de Trump podría cambiar la economía global”, la victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 y sus amenazas de imponer aranceles a todas las importaciones ponen de aliviar un conflicto latente para la economía mundial. Estados Unidos, siendo una potencia tecnológica con vastos recursos y logros científicos, ha pasado a imponer barreras que dificultan la integración y cooperación con otras naciones en aras de mantener su supremacía. Este impulso de “America First”, iniciado con fuerza bajo Trump, ha continuado con Biden, con la misma meta: asegurar la primacía de la economía y tecnología estadounidenses, con una vigilancia especial en las relaciones con China.

“America First” tiene a China como objetivo

Los efectos de esta política bipartidista han sido palpables desde la primera administración de Trump, cuando se tomaron decisiones que elevaron los costos para los consumidores estadounidenses a cambio de fortalecer la industria local. Un ejemplo contundente fueron los aranceles a las lavadoras impuestas en 2018, que incrementaron los precios en un 12% medidas, y aunque estos impuestos se vieron en un principio como proteccionistas unilaterales, Biden mantuvo la estrategia e incluso intensificó algunos aranceles, como el caso de los vehículos eléctricos, las células solares y las baterías provenientes de China. Bajo estas acciones, China es el objetivo, y las decisiones en la Casa Blanca parecen no mostrar interés en ceder.

Aunque al principio se percibía como un movimiento aislado y personalista, su estrategia ha reflejado una posición bipartidista que Estados Unidos ha mantenido con consistencia en los últimos años, y más allá de diferencias políticas o ideológicas, “China es el objetivo”. Ilustración MidJourney

La continuidad de estas políticas demuestra que la rivalidad económica y tecnológica con China no es solo un reflejo de una administración específica, sino un cambio de paradigma en la manera en que Estados Unidos enfrenta la globalización. La política industrial estadounidense ha tomado un carácter introspectivo, buscando reducir la dependencia de insumos chinos y otros bienes estratégicos que puedan debilitar su posición. Sin embargo, los efectos de esta estrategia van más allá de sus fronteras y tienen repercusiones globales, afectando también a sus aliados en Europa y Asia, quienes ven cómo el conflicto económico entre ambas potencias modifica el equilibrio de poder y sus relaciones comerciales.

Joe Biden hizo su MAGA

Por ejemplo, la Ley de Reducción de la Inflación firmada por Biden destina unos 369.000 millones de dólares en subsidios para áreas como la energía renovable y los vehículos eléctricos, una medida que, si bien promueve la industria verde en Estados Unidos, también actúa como barrera para productos extranjeros. La Ley de Chips, otra pieza clave de esta política, destina 52.000 millones de dólares a subsidiar la producción de semiconductores en el país, buscando así competir con las cadenas de suministro chinas. A medida que estas políticas se implementan, China es el objetivo, mientras Estados Unidos intenta consolidar su autosuficiencia tecnológica, aunque el impacto de estas políticas no deja de generar tensiones con el resto del mundo.

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China, por su parte, se ha visto obligada a adaptar su modelo económico. Durante décadas, el Gigante Asiático logró un crecimiento sostenido gracias a sus exportaciones, pero la guerra comercial con Estados Unidos ha expuesto la vulnerabilidad de su sistema, llevando a que las autoridades chinas busquen alternativas mediante el fomento del consumo interno y la diversificación de sus mercados. Sin embargo, la transición no es sencilla y las dificultades de China para lograr su autosuficiencia total han puesto en evidencia que el país aún depende de la demanda externa para sostener su economía. A medida que Estados Unidos fortalece sus propias capacidades, China ve cómo la estructura económica que construyó se enfrenta a desafíos nunca antes vistos.

Mientras tanto, la Unión Europea se encuentra en una posición compleja. Por un lado, sus relaciones con Estados Unidos continúan siendo fuertes, pero la dependencia de sus industrias de las importaciones y exportaciones hace que las políticas de “America First” representen un obstáculo considerable. Países como Alemania, que han invertido en la transición energética y en la modernización de sus industrias, están sintiendo la presión de las políticas proteccionistas estadounidenses. Como resultado, varios gobiernos europeos han decidido intensificar sus propios subsidios para mantenerse competitivo. Aunque el contexto parece mostrar una convergencia en los intereses de Europa y Estados Unidos, el proteccionismo americano sigue siendo un desafío. Europa podría desmontar el hecho de que China es el objetivo, según la lógica de Foucart, ayudando a aliviar su exceso de capacidad industrial y, al mismo tiempo, reafirmando su autonomía.

¿El fin de la interdependencia?

En esta escalada económica, las consecuencias van mucho más allá de las rivalidades comerciales. Según datos recientes, el aumento de las barreras comerciales y la incertidumbre global están exacerbando problemas sociales y humanitarios. El número de personas en situación de hambre ha aumentado de manera alarmante, retrocediendo a niveles que no se veían desde la crisis de 2008-2009. Asimismo, los conflictos bélicos en Gaza, Sudán, Siria y otros lugares han contribuido a la inestabilidad en todo el mundo, sin que Estados Unidos asuma un papel activo en la resolución de estos problemas. En palabras de Foucart, el mundo parece más solo que nunca, y la posibilidad de que Estados Unidos lidere una iniciativa para la paz o el cambio climático parece cada vez más lejana.

“America First”, iniciado con fuerza bajo Trump, ha continuado con Biden, con la misma meta: asegurar la primacía de la economía y tecnología estadounidenses, con una vigilancia especial en las relaciones con China. Ilustración MidJourney.

El regreso de Trump al poder podría incluso solidificar esta tendencia de menor intervencionismo estadounidense. Con una agenda centrada en temas domésticos y un interés limitado en el multilateralismo, Estados Unidos ha demostrado que está más interesado en liderar a través de la competencia que de la cooperación. Esta actitud se refleja en el modo en que sus políticas hacia China y sus aliados se han manejado, y muchos expertos sugieren que es probable que esta tendencia continúe. Ante un mundo fragmentado, es fundamental que las naciones aprendan a manejar sus relaciones de manera independiente, sin depender demasiado de unas de otras. La interdependencia que caracterizaba la economía global parece estar dando paso a una era de rivalidades abiertas y estrategias nacionales, donde la frase “China es el objetivo” cobra un nuevo significado y Estados Unidos se posiciona en una lucha continua por el dominio global.

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Los próximos años plantean un escenario desafiante. La apuesta de Trump y Biden, cada uno a su manera, de proteger a los productores nacionales, ha hecho que los consumidores estadounidenses afronten precios más elevados, pero también ha intensificado la competitividad de su economía. En medio de esta realidad, otros países deben considerar sus propias estrategias de independencia, ya que el costo de depender de una sola potencia se vuelve cada vez más alto.

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