Eliot Wilson: El mundo podría ser un lugar mejor gestionado si la ONU dejara de existir

En los últimos tiempos, cada vez más voces se alzan en contra de la eficacia y la relevancia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Eliot Wilson, un analista independiente sobre política y asuntos internacionales, ha sido particularmente vocal en su postura crítica, afirmando que el mundo podría ser un lugar mejor gestionado si la ONU desapareciera. Wilson ha sido claro al expresar que la organización, fundada en 1945 con la intención de prevenir otra catástrofe mundial como la Segunda Guerra Mundial, ha perdido su rumbo y se tambalea al borde de la irrelevancia. Las crisis internacionales actuales, como la invasión rusa a Ucrania y los conflictos en el Medio Oriente, han puesto de aliviar las limitaciones de la ONU para actuar con eficacia en tiempos críticos.

Wilson, exfuncionario de alto rango en la Cámara de los Comunes del Reino Unido y actual cofundador de Pivot Point Group, ha colaborado frecuentemente con el portal de noticias The Hill. En una reciente publicación titulada «Las Naciones Unidas están al borde de la irrelevancia», Wilson expuso sus argumentos de forma contundente. En su artículo, Wilson destaca cómo la 79ª Asamblea General de la ONU, celebrada el mes pasado, fue un escenario en el que las tensiones entre potencias internacionales quedaron en evidencia, revelando las debilidades estructurales de una organización que alguna vez fue vista como la esperanza. para la paz y la cooperación global. Desde los discursos del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, quien lamentó la incapacidad de la ONU para frenar la invasión de Rusia, hasta las incendiarias palabras del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Lavrov, el evento se convirtió en un escaparate de conflictos más que en una plataforma para la resolución de los mismos.

Una estructura decadente

Wilson argumenta que, en su origen, la ONU tenía un propósito noble: evitar futuras guerras a gran escala y servir como mediador en los conflictos internacionales. Sin embargo, según él, la realidad de la organización hoy en día dista mucho de esa intención original. Los problemas estructurales de la ONU son múltiples, comenzando con la composición misma del Consejo de Seguridad, donde cinco países —Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido— tienen poder de veto, lo que frecuentemente paraliza la acción efectiva en situaciones. de crisis. Para Wilson, la capacidad de veto es uno de los mayores obstáculos para el funcionamiento adecuado de la ONU, ya que permite que los intereses de unas pocas naciones se impongan sobre el bienestar global. Esto, a su juicio, se ha convertido a la organización en una entidad ineficaz y en ocasiones incluso contraproductora.

En su artículo, Wilson también hace referencia a la misión de mantenimiento de la paz en el Líbano, donde una fuerza de 10.000 hombres de la ONU se ha convertido en poco más que un observador mientras Israel y Hezbolá continúan su conflicto. Ilustración MidJourney

A lo largo de su análisis, Wilson utiliza ejemplos recientes que ilustran la incapacidad de la ONU para intervenir de manera significativa en conflictos en todo el mundo. La crisis en Ucrania, donde Rusia, un miembro permanente del Consejo de Seguridad, ha utilizado su poder de veto para bloquear las resoluciones críticas, es uno de los casos más evidentes. Pero no es el único. La guerra civil en Sudán, que ha desplazado a millones de personas y dejados cientos de millas al borde de la hambruna, también ha expuesto la falta de capacidad de la ONU para actuar. A pesar de la misión de seguridad respaldada por el Consejo de Seguridad y liderada por Kenia, los avances en el terreno son mínimos, y el caos generalizado sigue dominando la región.

Cascos azules acorralados

En su artículo, Wilson también hace referencia a la misión de mantenimiento de la paz en el Líbano, donde una fuerza de 10.000 hombres de la ONU se ha convertido en poco más que un observador mientras Israel y Hezbolá continúan su conflicto. Estas fuerzas de paz, que en teoría deberían actuar como intermediarios para prevenir escaladas, se ven limitadas por la falta de poder real para imponer la paz. Las misiones de la ONU, sostiene Wilson, son a menudo más simbólicas que efectivas, lo que plantea dudas sobre su verdadera utilidad en el panorama geopolítico actual.

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Uno de los puntos más críticos que plantea Wilson en su artículo es la cuestión de la legitimidad moral de la ONU. Argumenta que la organización se basa en la falacia de que todas las naciones son iguales en términos de integridad y valores morales, lo cual no es cierto en la práctica. Esto ha llevado a situaciones grotescas, como cuando Irán presidió el Foro Social del Consejo de Derechos Humanos el año pasado, a pesar de sus conocidos abusos en esta área. Para Wilson, este tipo de contradicciones minan la credibilidad de la ONU y refuerzan su tesis de que el mundo podría estar mejor gestionado sin su presencia.

Obstrucción a las reformas

En el ámbito de las soluciones, Wilson no es optimista. Aunque varios países han propuesto reformas al Consejo de Seguridad, incluyendo la posibilidad de agregar miembros permanentes como India, Japón o Brasil, esos intentos han fracasado una y otra vez. Las grandes potencias no están dispuestas a renunciar a su poder de veto, y los cambios que realmente podrían revitalizar a la ONU parecen estar fuera de su alcance. Wilson cree que mientras las naciones más poderosas sigan utilizando la ONU como un escenario para imponer sus intereses y no como una plataforma para la verdadera cooperación internacional, no habrá progreso.

Para Eliot Wilson, el hecho de que las grandes potencias dominan el escenario mundial y los países más pequeños no puedan hacer valer sus intereses dentro de la ONU es una prueba de que el sistema está roto. Ilustración MidJourney.

A pesar de todo, la ONU ha tenido algunos éxitos en el pasado, admite Wilson. En la ex Yugoslavia, por ejemplo, la intervención de la ONU ayudó a mitigar el conflicto y facilitó los Acuerdos de Dayton de 1995, gracias en gran medida al apoyo militar y financiero de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Sin embargo, esos ejemplos de éxito son la excepción, no la regla. En la mayoría de los casos, la ONU ha demostrado ser incapaz de manejar las crisis más graves sin el respaldo de una de las grandes potencias.

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Pruebas de su irrelevancia

El artículo de Wilson concluye con una reflexión sombría sobre el futuro de la ONU. En un mundo cada vez más polarizado, donde las tensiones étnicas, religiosas y comerciales van en aumento, es difícil ver cómo una organización multilateral tan frágil como la ONU puede seguir siendo relevante. Según Wilson, la organización se ha convertido en un símbolo de las limitaciones del multilateralismo, atrapada entre el idealismo y el realismo geopolítico. Para él, el hecho de que las grandes potencias dominan el escenario mundial y los países más pequeños no puedan hacer valer sus intereses dentro de la ONU es una prueba de que el sistema está roto. En lugar de seguir invirtiendo en una institución que no cumple con sus objetivos, Wilson sugiere que el mundo podría beneficiarse más si la ONU dejara de existir y las naciones comenzaran a buscar nuevas formas de cooperación que sean más acordes con las realidades del siglo XXI.

Con todo, Eliot Wilson deja una pregunta en el aire: si la ONU no puede reformarse ni adaptarse a los tiempos modernos, ¿qué tipo de organización, si es que alguna, podría ocupar su lugar?

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