Una sistemática abstención de la oposición propició lo ocurrido el 28J en Venezuela: ¿Reincidirán?

La sistemática abstención de la oposición en Venezuela ha tenido consecuencias profundas y visibles en el panorama político del país, culminando en los controvertidos resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. Los cuestionamientos sobre la legitimidad del proceso electoral y la falta de participación activa de los partidos opositores se han vuelto un patrón recurrente. Esto ha permitido al oficialismo consolidar su posición, mientras la oposición continúa perdiendo espacios cruciales en la arena política. Esta dinámica plantea una interrogante urgente: ¿seguirá la oposición optando por la abstención en futuras elecciones?

Víctor Álvarez R., Premio Nacional de Ciencias y colaborador frecuente en los espacios de opinión del diario venezolano El Universal, ha sido una voz destacada en el análisis de este fenómeno. En un reciente artículo titulado «Megaelecciones de 2025: ¿Abstenerse o participar?», Álvarez argumenta que, al desandar la ruta electoral, el terreno perdido no se recupera en la próxima elección, y se inicia un largo proceso de acumulación de fuerzas que requiere participar en todos y cada uno de los procesos electorales. Este punto de vista cobra relevancia tras los resultados del 28J, que han reavivado el debate sobre la validez y efectividad de la abstención como estrategia política.

Sistemática abstención de la oposición

La sistemática abstención de la oposición ha sido una constante desde las elecciones presidenciales de 2018, cuando se desconoció la legitimidad del proceso y se acusó al gobierno de Nicolás Maduro de usurpación del poder. Desde entonces, muchos partidos opositores han decidido no participar en elecciones clave, argumentando que no se trataba solo de una lucha por cargos públicos, sino de una batalla más amplia contra lo que consideran un régimen autoritario. Sin embargo, esta postura ha tenido un costo: al no participar, la oposición ha cedido el control sobre instituciones fundamentales, debilitando su capacidad para influir en la política nacional.

La sistemática abstención de la oposición ha sido una constante desde las elecciones presidenciales de 2018, cuando se desconoció la legitimidad del proceso y se acusó al gobierno de Nicolás Maduro de usurpación del poder. Ilustración MidJourney

En los últimos cinco años, la oposición pasó de una contundente victoria en las parlamentarias de 2015 a una serie de derrotas en las elecciones regionales y locales, en las cuales o bien se abstuvo o se presentó dividida. Este patrón de comportamiento no solo le ha restado fuerza como bloque político, sino que también ha facilitado al gobierno el control de la Asamblea Nacional, el órgano que designa a los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) y a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Sin estos contrapesos institucionales, la balanza del poder se inclina inevitablemente hacia el oficialismo.

Las playas del CNE y el TSJ

La sistemática abstención de la oposición ha permitido al gobierno ganar importantes espacios de resistencia y lucha institucional, erosionando aún más la representación opositora en el sistema político. Álvarez señala que, sin participación activa en los procesos electorales, la oposición ha entregado al gobierno no solo los cargos, sino también la capacidad de nombrar a los árbitros del juego político. Esto ha resultado en un CNE y un TSJ que funcionan en sintonía con los intereses del Ejecutivo, debilitando la democracia y perpetuando un sistema de dominación autoritaria.

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En el marco de las elecciones presidenciales del 28J, este ciclo de abstención mostró sus consecuencias más graves. La oposición no solo tuvo que enfrentarse a un ventajismo electoral evidente por parte del candidato oficialista, sino también a un aparato institucional completamente parcializado que minimizó cualquier posibilidad de un resultado favorable. La falta de contrapesos institucionales, producto de años de abstención, dejó a la oposición sin herramientas para desafiar el resultado. El cuestionado desenlace no solo reafirmó la hegemonía oficialista, sino que también renovó las consignas abstencionistas que insisten en que «en Venezuela se vota pero no se elige».

Venezolanos no protagónicos

La persistencia de la sistemática abstención de la oposición ha generado un vacío de poder en las instituciones venezolanas. Al no participar en las elecciones, la oposición ha dejado sin representación al amplio sector del país que se opone al gobierno. Esta ausencia en los espacios de decisión ha debilitado no solo a los partidos, sino también a sus seguidores, que se ven cada vez más desmoralizados y sin un liderazgo efectivo que canalice sus demandas. La estrategia abstencionista, en lugar de deslegitimar al gobierno, ha terminado por consolidar su control sobre el aparato estatal.

Con miras a las Megaelecciones de 2025, el debate dentro de la oposición se intensifica. Mientras algunos sectores continúan apostando por la abstención como una forma de protesta y resistencia, otros abogan por un cambio de estrategia que implica participar activamente en todos los procesos electorales convocados. La abstención, argumentan, solo ha servido para transformar a la minoría oficialista en mayoría, perpetuando un ciclo de derrotas y retrocesos que aleja cada vez más la posibilidad de una transición democrática.

Álvarez insiste en que la sistemática abstención de la oposición no es un camino viable si lo que se busca es la reinstitucionalización de los poderes públicos y la restauración de la democracia en Venezuela. Ilustración MidJourney.

Reinstitucionalización de los poderes públicos

Álvarez insiste en que la sistemática abstención de la oposición no es un camino viable si lo que se busca es la reinstitucionalización de los poderes públicos y la restauración de la democracia en Venezuela. La recuperación de espacios de resistencia y lucha institucional, como la Asamblea Nacional, es crucial para equilibrar la presión de fuerzas y establecer los contrapesos necesarios para negociar una salida electoral al conflicto. Para Álvarez, la oposición debe comprometerse a participar en las Megaelecciones de 2025 con candidaturas únicas y unitarias, de manera que reconstruir pueda una plataforma de resistencia efectiva contra el oficialismo.

La pregunta sobre si la oposición reincidirá en su estrategia abstencionista aún queda abierta. El contexto actual exige una reflexión profunda sobre los errores del pasado y la necesidad de una nueva hoja de ruta que incluya la participación electoral como un medio para recuperar el terreno perdido. El desafío radica en transformar la desmovilización en acción política, organizando a la población descontenta y construyendo una mayoría que pueda poner fin a la hegemonía oficialista en las urnas.

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La abstención sistemática de la oposición ha dejado una marca indeleble en la política venezolana. Revertir esta tendencia y participar activamente en las próximas elecciones podría ser el primer paso hacia la recuperación de la democracia. Sin embargo, esto requerirá un esfuerzo conjunto, una estrategia unitaria y un compromiso firme de no abandonar nuevamente los espacios institucionales. Solo así la oposición podrá aspirar a ser más que una fuerza testimonial ya jugar un papel decisivo en el futuro del país.

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