Desde EE.UU.: ¿Valer la pena sostener relaciones con el sanguinario Estado de Israel?

La relación entre Estados Unidos e Israel ha sido un tema polémico durante décadas, marcada por la constante tensión en Medio Oriente y los altos costos en términos humanos y financieros. Esta alianza, que alguna vez se consideró estratégica durante la Guerra Fría para contrarrestar la influencia soviética en la región, ha evolucionado en un complejo entramado de intereses políticos, económicos y militares que hoy generan cuestionamientos. El escritor y veterano del ejército estadounidense K. Ward Cummings, en su reciente artículo titulado “¿Vale todavía la pena la relación de Estados Unidos con Israel?”, publicado en The Hill, un portal especializado en temas políticos, reflexiona sobre los costos y beneficios de esta relación, especialmente en un contexto en el que Estados Unidos ya no depende de los recursos energéticos del Medio Oriente como en el pasado.

Ward Cummings, un experimentado asesor de miembros del Congreso y autor de reconocidas obras sobre política y poder en Estados Unidos, como «Partner to Power: The Secret History of Presidents and Their Most Trusted Advisers» y «The Capitol Hill Playbook», aborda este tema desde una perspectiva que combina sus años de experiencia en la política internacional y su formación como militar. Cummings recuerda cómo, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, la Comisión del 11-S señaló que el apoyo de Estados Unidos a Israel fue una de las razones principales de los atentados, un hecho que, según él, continúa siendo relevante en la actualidad. En su artículo, Cummings no solo cuestiona la pertinencia de la alianza, sino también el precio que Estados Unidos ha pagado y sigue pagando por su estrecha relación con Israel.

¿Es Israel una “amistad” necesaria?

A lo largo de su análisis, Cummings menciona que Israel, desde su fundación, ha sido un aliado clave para Estados Unidos en una región caracterizada por la inestabilidad. Sin embargo, con el paso de los años, las razones para sostener esta alianza han cambiado. Durante la Guerra Fría, Israel actuaba como un baluarte contra la expansión soviética, pero esa amenaza geopolítica se ha desvanecido. Hoy, Estados Unidos se enfrenta a un dilema: continuar apoyando a un país cuya política exterior es cada vez más cuestionada o reevaluar sus prioridades estratégicas en el Medio Oriente, especialmente cuando los costos se miden no solo en dólares, sino también en la sangre de soldados y civiles.

K. Ward Cummings, un experimentado asesor de miembros del Congreso, recuerda cómo, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, la Comisión del 11-S señaló que el apoyo de Estados Unidos a Israel fue una de las razones principales de los atentados, un hecho que, según él, continúa siendo relevante en la actualidad. Ilustración MidJourney

La relación entre ambos países no solo ha traído beneficios mutuos, sino que también ha generado resentimientos en el mundo árabe. Según Cummings, los atentados del 11 de septiembre no fueron actos aislados de odio hacia la cultura o el estilo de vida estadounidense, sino respuestas violentas a décadas de políticas intervencionistas y apoyo incondicional a Israel. Los informes de inteligencia y declaraciones de líderes terroristas, como Osama Bin Laden, dejaron claro que uno de los principales motivos de sus ataques era la política exterior de Estados Unidos hacia Israel, incluida la controvertida visita del primer ministro israelí Ariel Sharon a un lugar sagrado en Jerusalén en 2000, lo cual exacerbó las tensiones en la región.

40 mil muertos en Gaza

Hoy en día, el panorama ha cambiado, pero los riesgos persisten. El reciente ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre, que resultó en la muerte de casi 1.200 civiles judíos y la toma de 250 rehenes, reavivó los conflictos en la región. La respuesta militar israelí ha sido contundente, causando la muerte de alrededor de 40.000 palestinos y el desplazamiento de cientos de miles de personas, según cifras de Associated Press. Este ciclo de violencia no solo perpetúa el sufrimiento de ambos lados, sino que también alimenta la radicalización de nuevas generaciones de jóvenes en Gaza, quienes crecen en un ambiente de desesperanza y odio hacia Israel y, por extensión, hacia Estados Unidos.

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Cummings advierte sobre el impacto devastador que estos conflictos tienen en los más jóvenes. Más de 19.000 niños en Gaza han quedado huérfanos, y las organizaciones humanitarias alertan sobre los efectos psicológicos y emocionales a largo plazo de vivir en un entorno de guerra constante. Los jóvenes que sobreviven a estos conflictos, como Yahya Sinwar, actual líder de Hamás y arquitecto de los ataques de octubre, crecen con una percepción de Israel y sus aliados como enemigos irreconciliables. Sinwar, conocido como «El carnicero de Khan Younis» por su brutalidad, es un ejemplo de cómo la violencia y la desesperación pueden moldear a una generación entera, convirtiendo a los niños en futuros líderes de grupos militantes.

Luz en la calle, oscuridad en casa

El informe de Cummings también destaca los desafíos internos que enfrenta Estados Unidos por mantener su apoyo incondicional a Israel. En tiempos de polarización política y económica, con crecientes demandas de inversión en infraestructura y programas sociales dentro del país, la idea de seguir destinando miles de millones de dólares en ayuda militar a Israel es cada vez más impopular. Para muchos estadounidenses, las prioridades han cambiado, y las antiguas alianzas deben ser revisadas a la luz de los intereses nacionales actuales.

En su reflexión final, K. Ward Cummings plantea una pregunta que resuena con fuerza en el debate público estadounidense: ¿vale la pena sostener una relación tan costosa y arriesgada con Israel? Aunque la respuesta no es sencilla, Cummings invita a los líderes políticos y a los ciudadanos a reconsiderar los términos de esta alianza. Ilustración MidJourney.

Mientras tanto, los riesgos de ataques contra estadounidenses, tanto en el extranjero como en territorio nacional, continúan siendo una preocupación latente. Las agencias de inteligencia han advertido sobre la posibilidad de que militantes de grupos como Hezbolá puedan llevar a cabo ataques en respuesta a las acciones de Israel, lo que subraya el constante peligro que esta relación conlleva para la seguridad nacional de Estados Unidos. Cummings argumenta que, si bien Israel sigue siendo un aliado valioso en términos de inteligencia y cooperación militar, los costos de esta relación podrían superar los beneficios, especialmente si no se toman medidas para resolver los conflictos de fondo en la región.

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En su reflexión final, K. Ward Cummings plantea una pregunta que resuena con fuerza en el debate público estadounidense: ¿vale la pena sostener una relación tan costosa y arriesgada con Israel? Aunque la respuesta no es sencilla, Cummings invita a los líderes políticos y a los ciudadanos a reconsiderar los términos de esta alianza, teniendo en cuenta no solo los beneficios estratégicos, sino también las repercusiones humanitarias y los riesgos a la seguridad nacional que implica. En un mundo cada vez más interconectado y complejo, quizás ha llegado el momento de redefinir las prioridades y evaluar si seguir apoyando a Israel es realmente lo mejor para Estados Unidos.

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