La posibilidad de que Edmundo González asuma la presidencia de Venezuela ha generado incertidumbre en los sectores políticos y sociales de Colombia, especialmente en lo que respecta a la búsqueda de la paz total en Colombia. Aunque la expectativa de un cambio en el liderazgo venezolano podría parecer un alivio frente a la crisis autoritaria de Nicolás Maduro, expertos y analistas consideran que un gobierno de González no aseguraría la estabilidad en las negociaciones de paz con los grupos armados colombianos. La compleja relación entre Venezuela y Colombia, mediada por el apoyo tácito del régimen de Maduro a guerrillas como el ELN y otras facciones insurgentes, pone en duda que un nuevo gobierno venezolano logre mantener el frágil equilibrio necesario para avanzar hacia la paz total en Colombia.
Alberto Casas Santamaría, periodista, político y abogado colombiano, es uno de los analistas que ha abordado esta problemática con un enfoque crítico. Graduado de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario y colaborador del diario español EL PAÍS, Casas Santamaría ha advertido en su reciente artículo titulado “Por qué Petro necesita al ELN” sobre los riesgos que implicaría un cambio de liderazgo en Venezuela. Su postura, contundente y pragmática, sostiene que la presencia de Nicolás Maduro en el poder es más beneficiosa para los intereses de paz en Colombia de lo que muchos estarían dispuestos a admitir. Según Casas, la cercanía entre el gobierno de Maduro y los grupos guerrilleros colombianos ha facilitado un escenario en el que las negociaciones pueden sostenerse, aunque sea de manera precaria, alimentando lo que él llama una “paz total que necesita nutrirse de una cercana relación con Maduro”.
Paz total en Colombia
La situación en Colombia sigue siendo volátil y los ataques de grupos armados como el ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo no muestran signos de disminuir. Casas Santamaría subraya que la estrategia del gobierno de Gustavo Petro para alcanzar la paz total en Colombia ha llevado a constantes críticas y cuestionamientos. En su artículo, el periodista expone que los constantes actos de violencia, incluyendo asesinatos, bombardeos y ataques con minas antipersonales, evidencian que los actores armados no están comprometidos con un proceso de paz genuino. El alto comisionado para la Paz, Otty Patiño, ha expresado reiteradas quejas sobre las prácticas criminales de estos grupos, señalando que se están agotando las opciones de diálogo y que la violencia sigue siendo la principal respuesta de estas facciones.

En este contexto, la intervención de Venezuela como garante de las negociaciones se vuelve un elemento crucial para la paz total en Colombia. La estrecha relación de Maduro con los grupos insurgentes ha permitido que, al menos, las partes involucradas en el conflicto se mantengan en la mesa de negociación. Sin embargo, Casas argumenta que Edmundo González no comparte la misma disposición que Maduro para mediar en estas conversaciones. A diferencia de su Maduro, González ha mostrado poca voluntad para involucrarse en los asuntos internos de Colombia, y su visión de política exterior no contempla un compromiso similar con los grupos armados. La falta de una postura clara sobre este tema crítico podría desestabilizar las ya frágiles negociaciones y poner en riesgo los pocos avances logrados hasta ahora.
No ha parado la violencia
La influencia de Venezuela en el conflicto colombiano no es un tema menor. Durante décadas, el país vecino ha servido como un refugio seguro para guerrilleros y narcotraficantes, quienes han encontrado en territorio venezolano un espacio donde reorganizarse y planificar sus operaciones. Maduro, por su parte, ha utilizado esta relación para fortalecer su posición interna y asegurar apoyo externo en momentos clave. Casas Santamaría destaca que este vínculo es un arma de doble filo: aunque permite cierto control sobre las acciones de los grupos armados, también perpetúa la violencia y dificulta la implementación de una paz verdadera. Por esta razón, la idea de un cambio en la presidencia venezolana no representa necesariamente una mejora, sino una potencial fuente de inestabilidad.
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La situación en regiones como Quibdó, Arauca y el Bajo Cauca se agrava con cada nuevo atentado, lo que resalta la incapacidad del gobierno colombiano para controlar la violencia a pesar de los acuerdos y negociaciones en curso. Según Casas, la falta de un liderazgo fuerte y decidido en Venezuela podría empeorar la situación, ya que, sin un aliado dispuesto a controlar a los grupos guerrilleros desde el otro lado de la frontera, Colombia se vería obligada a enfrentarlos en solitario. Esto no solo dificultaría los esfuerzos por alcanzar la paz total en Colombia, sino que también podría desencadenar una nueva oleada de violencia que afectaría gravemente a la población civil.
Edmundo generaría dos frentes
Además, la radicalización del autoritarismo en Venezuela ha sido uno de los factores que ha permitido a los grupos armados colombianos operar con relativa libertad. Un eventual gobierno de González, menos autoritario, pero también menos involucrado en el conflicto colombiano, podría desmantelar estas dinámicas sin ofrecer una alternativa efectiva. Según Casas Santamaría, esto pondría en peligro los pocos canales de comunicación que aún existen entre los actores del conflicto, haciendo más difícil alcanzar acuerdos significativos. La postura de González de no intervenir activamente podría interpretarse como una señal de debilidad, algo que los grupos armados podrían aprovechar para intensificar sus acciones, no solo en Colombia, sino también en Venezuela.
El artículo de Casas también menciona la visión de Danna Urdaneta, una investigadora que ha advertido sobre la importancia de la frontera colombo-venezolana en las negociaciones de paz. Urdaneta argumenta que, aunque Venezuela es formalmente garante y no parte del conflicto, su papel en la mediación ha sido esencial para mantener el proceso en marcha. Las políticas territoriales binacionales y la implementación compartida de acuerdos son elementos clave que, bajo un nuevo liderazgo venezolano, podrían verse severamente afectados. Urdaneta sostiene que, sin un compromiso claro por parte de Venezuela, la paz total en Colombia podría convertirse en una quimera.

La posibilidad de un cambio de liderazgo en Venezuela, con Edmundo González como presidente, no representa una garantía para la paz total en Colombia. La compleja interdependencia entre ambos países, mediada por décadas de conflicto y negociaciones incompletas, hace que cualquier alteración en la dinámica actual pueda tener consecuencias impredecibles. Para Colombia, mantener a Nicolás Maduro en el poder podría parecer una elección pragmática y, en muchos sentidos, necesaria, aunque sea una elección impopular y cargada de controversia. La paz total, al menos por ahora, depende de una relación que muchos desearían evitar pero que, como señala Casas Santamaría, podría ser la única opción viable para un país que ha sufrido demasiado por la guerra.
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