Los últimos gazatíes vivos enfrentan una situación desesperada, atrapados contra las costas del Mediterráneo en Rafah, donde el conflicto ha cerrado todas las vías de escape. La reciente toma del control fronterizo por parte de Israel, según el periodista Luis de Vega, ha exacerbado la ya crítica condición humanitaria, limitando el acceso a ayuda esencial.
Luis de Vega, un veterano reportero con experiencia en más de 30 países y un conocimiento profundo del norte de África, trabaja para EL PAÍS. Durante 22 años, su pluma documentó conflictos para el diario ABC antes de unirse a la sección Internacional de su actual empleador. En su más reciente reportaje, titulado “Israel entra con tropas en Rafah y toma el control fronterizo de Gaza con Egipto”, de Vega expone con rigor los detalles de una crisis en escalada.
Últimos gazatíes vivos
En Rafah, la vida cotidiana se ha convertido en una lucha por la supervivencia. La entrada de tropas israelíes ha sido parte de una operación terrestre ampliamente anunciada y ahora ejecutada, desencadenando críticas inmediatas de la Unión Europea y Egipto. Los ataques, focalizados en «áreas limitadas», según fuentes militares, buscan debilitar la presencia de milicianos de Hamás, pero han resultado en la muerte de al menos veinte personas y la destrucción de infraestructura vital.
Para los últimos gazatíes vivos, la noche trajo no solo el ruido de los bombardeos sino también el miedo a un cerco cada vez más estrecho. La mayoría de los más de 1.5 millones de habitantes de Rafah, ahora comprimidos en un enclave que se agrieta bajo la presión del conflicto, enfrentan un futuro incierto, marcado por la falta de medicinas, alimentos y combustible esencial para hospitales.

La operación israelí, aunque descrita como medida de precaución contra el terrorismo, ha cerrado los dos principales pasos de ayuda humanitaria, Rafah y Kerem Shalom, complicando aún más la entrada de recursos vitales. Jens Laerke, portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, alerta de que estas obstrucciones pueden «enterrar la operación humanitaria» si la situación no mejora pronto.
Atrapados por fuerzas israelíes
Los últimos gazatíes vivos, ahora rodeados por las fuerzas de Israel, también sufren las consecuencias de las políticas más amplias del conflicto. Las imágenes de blindados israelíes patrullando Rafah y la bandera de Israel izada sobre el paso fronterizo simbolizan un nuevo capítulo en la larga historia de enfrentamientos. Las familias de los rehenes, que incluyen más de 100 individuos, algunos de los cuales ya están muertos, claman por un acuerdo que garantice su liberación y ponga fin a su agonía.
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El enclave de Rafah, crítico tanto por su posición geográfica como por su función humanitaria, se ha convertido en un punto focal no solo para la estrategia militar israelí, sino también para la atención internacional. La reciente comunicación entre el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu no ha desacelerado las operaciones en terreno, que, según Netanyahu, demuestran la firmeza de Israel en dirigir el curso del conflicto.
Resolución efectiva y compasiva
Con cada día que pasa, los últimos gazatíes vivos enfrentan retos más grandes, mientras la comunidad internacional observa y debate posibles respuestas a una crisis que se profundiza. En este juego geopolítico, los habitantes de Rafah no son solo víctimas de un enfrentamiento militar, sino de una tragedia humanitaria que pide a gritos una resolución efectiva y compasiva.
La situación en Rafah, donde los últimos gazatíes vivos resisten, se agrava con cada hora que pasa sin una solución a la vista. La comunidad internacional, aunque alarmada, ha encontrado dificultades para intervenir efectivamente en un conflicto marcado por la complejidad política y las alianzas estratégicas que limitan las opciones de acción rápida.
El cierre del cruce de Rafah ha dejado a miles sin la posibilidad de recibir atención médica urgente, un derecho humano básico que se ve interrumpido. Autoridades sanitarias de la Franja de Gaza han hecho un llamamiento desesperado a los países que prometieron ayudar, solicitando que cumplan sus promesas y faciliten el transporte de enfermos y heridos a hospitales en Egipto. Sin embargo, la realidad en el terreno es otra: camiones cargados de medicamentos y equipos médicos no pueden atravesar las fronteras, y los hospitales, carentes de combustible, están al borde del colapso.

Preservar la comunidad
Las voces de Rafah, exhaustas pero resilientes, cuentan historias de pérdidas y miedo, pero también de una determinación sorprendente. Los gazatíes, a pesar de las adversidades, buscan preservar su comunidad y cultura en medio de la devastación. La vida cotidiana intenta seguir entre ruinas, con mercados improvisados y escuelas en casas dañadas, intentando brindar algún sentido de normalidad a los niños cuyas infancias han sido marcadas por el sonido de las sirenas y las explosiones.
Además de las dificultades inmediatas, el impacto psicológico en los últimos gazatíes vivos es profundo. Los traumas vividos no se limitan al cuerpo; el estrés y la angustia afectan a toda la población, con un número creciente de personas que necesitan apoyo psicológico para poder afrontar el día a día. Organizaciones humanitarias hacen lo que pueden para ofrecer asistencia, pero la falta de acceso y recursos limita gravemente su capacidad de actuación.
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Negociación de alto al fuego
Mientras tanto, en el ámbito político, las negociaciones para un alto el fuego continúan, con Egipto y Qatar intentando mediar entre Israel y Hamás. Las propuestas de paz, aunque bienvenidas, se enfrentan a un escepticismo considerable dada la falta de avances significativos en el pasado. Cada día sin acuerdo es un día en que la situación de los gazatíes se deteriora aún más.
La reciente operación en Rafah no solo ha cambiado el paisaje físico de la región, sino que también ha redefinido las dinámicas de poder. Israel, al controlar este punto estratégico, no solo influye en la vida de los gazatíes sino que también envía un mensaje claro a sus adversarios y aliados. Las implicaciones de este control van más allá de la inmediata crisis humanitaria; afectan las futuras negociaciones y la estabilidad regional.
Los gazatíes, cuyas vidas se han visto reducidas a la lucha por la supervivencia, miran hacia un futuro incierto. La comunidad internacional, por su parte, debe reconciliar la urgencia de la ayuda humanitaria con la necesidad de una solución política duradera. Las acciones tomadas en los próximos días serán cruciales no solo para la supervivencia de los últimos gazatíes vivos, sino también para la perspectiva de paz en la región. En Rafah, cada minuto cuenta, y el mundo no puede permitirse ignorar las consecuencias de su inacción.