Desde el estrado mediático hasta los tribunales, Donald Trump parece emular las tácticas de defensa y de imagen pública que un día usó O.J. Simpson, convirtiéndose, como él, en un eterno culpable ante la opinión pública. Con cada juicio y cada acusación, el expresidente no solo enfrenta la justicia, sino también la batalla por su legado, jugando una partida en la que cada movimiento es analizado bajo la lupa del escrutinio público y mediático.
El autor de estas observaciones, Juan Williams, analista político de Fox News Channel, expuso en su columna para The Hill que Trump está utilizando las «viejas tácticas de O.J. Simpson». Simpson, quien fue absuelto en un infame juicio por asesinato, nunca logró liberarse del manto de culpabilidad que la sociedad le impuso tras el veredicto. Ahora, Trump, inmerso en los preparativos para las elecciones presidenciales de 2024, parece seguir un guion similar al emplear su celebridad y maniobras legales para entorpecer los procesos judiciales y desviar la atención del público.
¿Trump sería un eterno culpable?
El juicio de Simpson mostró que los ricos y famosos pueden crear un espectáculo mediático que entorpece la justicia, una lección que Trump parece haber aprendido bien. En Nueva York, enfrenta acusaciones que, aunque podría superar legalmente, podrían dejar una impresión indeleble de culpabilidad. Según Williams, Trump imita la estrategia de Simpson de usar la raza y la celebridad para distraer al público de las acusaciones graves contra él. Esto incluye pagos de «dinero para guardar silencio» a una actriz de cine para adultos y acusaciones de interferencia electoral. Estos temas han pasado a un segundo plano frente a las tácticas de Trump de insultar y atacar con cargas raciales a los fiscales que lo acusan, como el fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg, y la fiscal general de Nueva York, Letitia James. Incluso el juez ha sido blanco de los insultos de Trump que iría en camino a transformarse en un eterno culpable.

Trump ha escalado sus ataques, descalificando a los jueces y fiscales como prejuiciosos o corruptos, un eco de su campaña de 2016 contra el juez Gonzalo Curiel. Este patrón de ataques ha reforzado su imagen ante algunos como una víctima de un sistema corrupto y sesgado, mientras que para otros, simplemente refleja las tácticas de un hombre desesperado por mantener su influencia y poder.
La utilización constante de la raza por parte de Trump para desviar la atención de los cargos penales también se refleja en sus sugerencias de trasladar juicios a áreas geográficamente más favorables, paralelo a lo ocurrido en el caso de Rodney King. Los abogados de los policías blancos acusados en ese caso consiguieron mover el juicio a un suburbio mayoritariamente blanco, donde un jurado los absolvió. Esta táctica de Trump resuena con la estrategia de los abogados de Simpson de aprovechar las tensiones raciales para su beneficio.
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Corrupción en el sistema judicial
Mientras tanto, la reacción de los estadounidenses a la presidencia de Trump ha revelado una división racial profunda que recuerda a la que siguió al juicio de Simpson. La figura de Trump ha polarizado aún más a la nación, con sus partidarios viéndolo como un bastión contra un sistema percibido como corrupto y sus detractores viéndolo como un manipulador y un perpetuador de injusticias raciales y sociales.
Es demasiado pronto para saber si Trump se despojará de la capa de «un eterno culpable» que la sociedad le ha impuesto. Sin embargo, la historia sugiere que, al igual que Simpson, la sombra de sus juicios y las tácticas que emplea para enfrentarlos podrían dejar una marca indeleble en su legado, convirtiéndolo en una figura controvertida y divisiva para las generaciones futuras. A medida que se acercan las elecciones de 2024, tanto los votantes como los observadores continuarán cuestionando si las maniobras de Trump reflejan las de un hombre inocente tratando de limpiar su nombre o las de alguien que utiliza el espectáculo para ocultar la verdad. Aunque Trump y sus seguidores puedan considerar que estas estrategias son simplemente medidas defensivas contra un sistema políticamente motivado, las percepciones públicas pueden no ser tan indulgentes. El manejo de las acusaciones y los juicios, y la forma en que sus tácticas resuenan con las empleadas por Simpson, refuerzan la imagen de Trump como un combatiente que no retrocede ante la adversidad, pero también como alguien que podría estar manipulando el sistema para sus propios fines.
Nada como la polarización para Trump
Este enfoque ha creado una división palpable en la sociedad estadounidense. Por un lado, hay quienes aplauden su resistencia como una batalla contra la injusticia y la corrupción percibida. Por otro lado, se encuentra una parte significativa de la población que lo ve como un símbolo de los fallos y las manipulaciones del sistema judicial y político. Estas percepciones contrastantes no solo afectan la figura pública de Trump, sino también el tejido social de Estados Unidos, exacerbando las divisiones políticas y raciales.

Además, la comparación con Simpson no se limita a las tácticas legales o a la posibilidad de derivar en un eterno culpable, sino que también se extiende al uso de la raza como una herramienta de división. Durante el juicio de Simpson, su equipo legal capitalizó las tensiones raciales para pintar a Simpson más como una víctima de un sistema judicial racista que como un posible criminal. De manera similar, Trump ha aprovechado los sentimientos y las tensiones raciales, particularmente atacando a fiscales afroamericanos y jueces de minorías étnicas, para pintarse a sí mismo como una víctima de conspiraciones políticas.
La estrategia de Trump de atacar a los fiscales y cuestionar la imparcialidad de los jueces refleja un patrón preocupante que puede tener consecuencias a largo plazo en la confianza pública en el sistema judicial. Sus afirmaciones de prejuicio y corrupción, sin pruebas contundentes, podrían minar la legitimidad de las instituciones judiciales, de manera similar a como la cobertura mediática y las tácticas de defensa en el juicio de Simpson llevaron al público a cuestionar la integridad de la policía y la justicia en ese momento.
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El riesgo de ser un arriesgado
Mientras Trump sigue adelante con su campaña para 2024, su figura permanece envuelta en controversia. Como Simpson, quien a pesar de su absolución nunca logró recuperar completamente su estatus anterior, Trump puede encontrarse perpetuamente en el ojo del huracán, luchando contra la percepción de ser «un eterno culpable». Este paralelismo resalta no solo la naturaleza polarizada de su figura pública, sino también el profundo cisma que su liderazgo ha exacerbado en la sociedad estadounidense.
A medida que el proceso hacia las elecciones de 2024 se desarrolla, la manera en que Trump maneja las acusaciones en su contra y utiliza su plataforma para influir en la opinión pública será crucial. Las tácticas que elige y las palabras que utiliza tienen el poder no solo de definir su carrera, sino también de influir en la forma en que la historia lo juzgará. En este complejo entramado de juicios, percepciones y política, Trump, al igual que Simpson, puede que nunca escape de la sombra de ser visto como «un eterno culpable» por una parte significativa de la población, independientemente del resultado de los juicios actuales y futuros. Así, la batalla de Trump por limpiar su nombre es tanto una lucha legal como una batalla por el corazón y la mente de la nación americana, un esfuerzo que continuará marcando su legado y el panorama político estadounidense.