Mentir en política ha derivado en una relación mutual donde sobreviven “las especies”

En el complejo ecosistema de la política moderna, la mentira se ha transformado en un fenómeno endémico, fomentando una relación de mutualismo con «las especies» que en ella prosperan. Esta dinámica, intrínsecamente vinculada al poder y a la supervivencia electoral, refleja una adaptación evolutiva donde la veracidad de la información se ha tornado secundaria frente a la eficacia de la narrativa construida. En este contexto, «las especies» no solo se refieren a los individuos dentro de la política que manipulan la verdad a su favor, sino también a los segmentos de la población que, ya sea por afinidad ideológica o por disonancia cognitiva, perpetúan y se alimentan de estas distorsiones.

Ignacio Sánchez-Cuenca Rodríguez, destacado profesor universitario de ciencia política y catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, articula esta problemática en su artículo para El País, titulado: «El valor de la mentira». Su análisis despliega una crítica detallada sobre cómo y por qué la mentira se ha arraigado tan profundamente en la política contemporánea. Sánchez-Cuenca argumenta que la proliferación de la mentira en el discurso político no es un accidente, sino un reflejo de su utilidad funcional para quienes ejercen el poder. Esta perspectiva se sustenta en el examen de múltiples estudios e investigaciones, que van desde el seguimiento de las más de 30 mil falsedades emitidas por figuras como Donald Trump hasta análisis comparativos de la frecuencia y naturaleza de las mentiras políticas en diferentes contextos nacionales.

En política las especies andan silvestres

La relación simbiótica entre la mentira y «las especies» que habitan el entorno político se manifiesta a través de una serie de mecanismos de retroalimentación. Por un lado, la mentira sirve como un instrumento de consolidación de poder y manipulación de la opinión pública, permitiendo a los políticos modelar la realidad a su conveniencia. Por otro lado, el público, segmentado en diferentes «especies» ideológicas, tiende a gravitar hacia narrativas que refuercen sus preconcepciones, haciendo oídos sordos a las evidencias que contradigan su visión del mundo. Esta dinámica fomenta una polarización creciente, donde los hechos objetivos se vuelven cada vez más irrelevantes en el debate político.

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«Las especies» no solo se refieren a los individuos dentro de la política que manipulan la verdad a su favor, sino también a los segmentos de la población que, ya sea por afinidad ideológica o por disonancia cognitiva, perpetúan y se alimentan de estas distorsiones. Ilustración MidJourney

El estudio de Darren Lilleker y Marta Pérez-Escolar, que analiza las mentiras políticas en el Reino Unido y España, ilustra cómo esta tendencia no es exclusiva de un país o de un espectro político específico. Sin embargo, el estudio también destaca que, independientemente de quién gobierne, las «especies» de derecha tienden a emplear la mentira con mayor frecuencia que sus contrapartes de izquierda. Este patrón sugiere que la predisposición a distorsionar la realidad trasciende las coyunturas políticas, incrustándose en las estrategias de comunicación y en la cultura política de ciertos grupos.

Creación de realidades alternativas

La consecuencia directa de esta simbiosis entre la mentira y las «especies» políticas es la creación de realidades alternativas, donde los hechos son maleables y la verdad es una noción disputada. La investigación de Katharina A. Janezic y Aina Gallego sobre la veracidad de las respuestas de alcaldes españoles en una encuesta y su correlación con el éxito electoral posterior, revela cómo la mentira puede traducirse en ventajas políticas tangibles. Esta dinámica no solo socava los principios democráticos, sino que también plantea serios desafíos para la cohesión social y la confianza en las instituciones.

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Frente a este escenario, la pregunta que surge es cómo pueden las democracias modernas contrarrestar la influencia corrosiva de la mentira en la política. La solución radica, en parte, en fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas y promover una cultura de transparencia y honestidad. Sin embargo, el desafío es monumental, ya que requiere no solo de cambios institucionales, sino también de una transformación en la manera en que la sociedad valora la verdad y la información. En última instancia, la supervivencia de «las especies» políticas que dependen de la mentira está intrínsecamente ligada a nuestra capacidad colectiva de desafiar y superar esta dinámica, reinstaurando la verdad como pilar fundamental del discurso público.

El rol de los medios

La tarea de desenmascarar y contrarrestar la mentira en el ámbito político no recae exclusivamente en los políticos o en las instituciones; los medios de comunicación y la ciudadanía juegan roles igualmente críticos. En una era de información saturada y de fácil acceso, la responsabilidad de verificar la veracidad de lo que se consume y comparte se ha vuelto más relevante que nunca. Los medios de comunicación deben asumir un compromiso ético con la verdad, esforzándose por distinguir entre hechos, opiniones y falsedades. Este desafío es considerable, especialmente en un contexto donde las líneas entre el periodismo y el entretenimiento se han difuminado, y donde la rapidez con la que se difunde la información a menudo supera la capacidad de verificarla.

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En última instancia, la supervivencia de «las especies» políticas que dependen de la mentira está intrínsecamente ligada a nuestra capacidad colectiva de desafiar y superar esta dinámica, reinstaurando la verdad como pilar fundamental del discurso público. Ilustración MidJourney.

Por otro lado, la educación juega un papel fundamental en la formación de ciudadanos críticos y responsables. Una sociedad informada es menos susceptible a ser manipulada por mentiras y falsedades. La educación en medios de comunicación y la alfabetización digital se convierten en herramientas esenciales para enseñar a discernir entre las especies, las fuentes confiables y aquellas que no lo son, así como para entender las tácticas usadas para manipular la información. Sin embargo, esto también requiere de un esfuerzo consciente por parte de los ciudadanos para cuestionar y buscar múltiples fuentes antes de formar o reafirmar sus opiniones.

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La información online

Además, la tecnología y las redes sociales han transformado radicalmente el paisaje de la comunicación política, ofreciendo tanto oportunidades como desafíos. Plataformas como Twitter y Facebook se han convertido en foros primarios para el debate político, pero también en vehículos para la propagación de desinformación. El desarrollo de políticas y herramientas tecnológicas que promuevan la transparencia y combatan la desinformación es crucial. Sin embargo, la efectividad de estas medidas depende en gran medida de la voluntad política y empresarial para implementarlas, así como de la conciencia y participación activa de los usuarios.

Finalmente, la regeneración del tejido social y político requerirá de un esfuerzo colectivo y sostenido para valorar la integridad y la honestidad sobre la conveniencia o el éxito a corto plazo. La mentira en política no solo socava los fundamentos de la democracia, sino que también erosiona la confianza en las instituciones y entre los ciudadanos. Reconstruir esta confianza es una tarea ardua, pero esencial para la salud de cualquier sociedad democrática. La supervivencia de las «especies» políticas basadas en la verdad y la transparencia depende de nuestra capacidad para adaptarnos a estos desafíos y rechazar la tentación de la mentira como herramienta política.

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