En una era donde lo virtual a menudo se confunde con lo real y los héroes de la infancia pueden ser más producto de los videojuegos que de las canchas de juego, la pregunta de mis hijos resonó con una curiosidad genuina: ¿Es Lionel Messi, el ícono global del fútbol, una persona real? La respuesta, encontrada en una noche de fútbol en Florida, es un resonante sí. Messi es tan real como los sueños que inspira en campos de juego de todo el mundo, y recientemente, tuvimos el privilegio de confirmarlo en persona.
La historia comienza con el trabajo de Jason Gay, un columnista de deportes y humor para The Wall Street Journal, conocido por su capacidad para encontrar la humanidad y el humor en los éxitos y desafíos de los atletas de elite. Gay, quien ha sido reconocido por la Sociedad de Periodistas Profesionales en múltiples ocasiones, recientemente presentó un reportaje titulado “Lo que Lionel Messi significa en Estados Unidos”. Ubicado en Fort Lauderdale, Florida, el artículo ofrece una visión de la conexión profunda entre Messi y sus fans estadounidenses, una relación que trasciende la barrera del idioma, la cultura y la geografía.
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Messi es un anciano de 36 años
El reportaje se basa en una premisa simple pero poderosa: ver a Messi en acción es como asistir a un acto de fe. A sus 36 años, después de una carrera adornada con logros trascendentales, los desafíos físicos son una realidad constante para Messi. Lesiones menores y descansos por precaución son el preludio habitual de sus apariciones, sumiendo a los fans en una mezcla de anticipación y ansiedad. Hasta que no lo ves, hasta que Messi no pisa el campo y comienza a moverse con esa familiar mezcla de gracia y determinación, su presencia parece casi mítica.
Esta incertidumbre se disipó para Gay y su familia durante una noche especial en Florida. Al asistir a un partido de playoffs de la Copa de Campeones de la Concacaf entre el Inter Miami y Nashville, presenciaron algo más que un partido de fútbol: experimentaron la materialización de una leyenda. Para sus hijos, quienes crecieron en un mundo donde Messi era tanto un icono cultural como deportivo, verlo en persona fue la confirmación definitiva de su existencia real.

Suárez hizo el pase
El impacto de Messi en el campo fue inmediato y electrificante. Un ingenioso pase a Luis Suárez para el primer gol de la noche seguido de un gol propio, celebrado con un asombro que parecía decir: “Sí, esto es real. Messi está aquí”. La reacción del público, incluidos los hijos de Gay, fue una mezcla de júbilo y asombro, una confirmación palpable de que estaban presenciando la grandeza en su forma más pura.
Pero la magia de Messi no se limita solo a su habilidad en el campo. Su presencia en Estados Unidos, jugando en una liga menos prestigiosa que las europeas, ha generado una «Messi Manía» sin precedentes, capturando la imaginación de fans de todas las edades. La camiseta número 10 de Messi, ya sea en los colores de Argentina, el Barcelona o ahora del Inter Miami, se ha convertido en un símbolo de excelencia y pasión por el fútbol.
Cada salida puede ser la última
El artículo de Gay también destaca la fragilidad de este momento en la carrera de Messi. Cada aparición en el campo viene con el susurro subyacente de que podría ser la última. Esta sensación de urgencia ha transformado los partidos de Messi en eventos que trascienden el deporte, convirtiéndolos en experiencias colectivas de admiración y apreciación. Es un recordatorio de que, aunque los héroes pueden parecer más grandes que la vida, también enfrentan los mismos desafíos y limitaciones que nosotros.
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La noche concluyó con una victoria para el Inter Miami, pero lo que permaneció fue algo más significativo que el resultado de un partido. Fue la confirmación para una familia, especialmente para dos niños jóvenes, de que los héroes de su infancia son reales. Que Messi, con todo su talento y humanidad, es una figura tangible que ha dejado una marca indeleble en sus vidas.

“Messi es real y está en Florida»
«Mis hijos querían saber si Messi era una persona real. Lo saben ahora. Messi es real y está en Florida». Este pensamiento, compartido por Gay al final de su reportaje, encapsula la esencia de lo que hace a Messi tan especial. No solo es uno de los mayores futbolistas de todos los tiempos, sino que es un recordatorio viviente de que la grandeza, en su forma más pura, existe tanto dentro como fuera del campo de juego. Y en esa noche de fútbol en Florida, una familia tuvo la suerte de presenciarlo de primera mano.
En el corazón de esta historia, más allá del espectáculo deportivo y de las hazañas en el campo, yace una verdad universal sobre los ídolos y sus seguidores. La «Messi Manía» en Estados Unidos no se trata solo de la admiración por un atleta excepcional, sino de la búsqueda de momentos que nos unen, que trascienden la cotidianidad para inscribirse en la memoria colectiva. Para los hijos de Jason Gay, y para muchos otros como ellos, Messi representa esa rara conjunción de realidad y mito, un testimonio de que la excelencia humana puede alcanzar alturas casi míticas, y aún así permanecer tangible, accesible y, sobre todo, real. Este encuentro con Messi en Florida no fue simplemente un evento deportivo; fue una lección de vida sobre la perseverancia, la pasión y la realidad tangible de nuestros sueños. En un mundo donde lo efímero a menudo domina, la presencia de Messi en el campo sirve como un recordatorio poderoso de que algunos legados son indelebles, marcando no solo el deporte que aman, sino también las vidas de aquellos que se atreven a creer en sus héroes.