En los últimos años, la República Dominicana ha experimentado un flujo significativo de capitales venezolanos, en su mayoría provenientes de personas y empresas que no toleran el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Esta dinámica transfronteriza está reconfigurando el paisaje económico de la isla y plantea interrogantes sobre las implicaciones a largo plazo para ambas naciones.
Según datos del Banco Central de la República Dominicana, la inversión extranjera directa (IED) en el país ha mostrado un aumento considerable, y un análisis más detallado revela que un porcentaje significativo proviene de Venezuela. Las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) corroboran este fenómeno, señalando que la República Dominicana ha recibido una IED de aproximadamente $3,000 millones de dólares en 2022, y un estimado del 20% tiene su origen en Venezuela.
«La afluencia de capitales venezolanos es una evidencia clara del efecto diáspora que está ocurriendo en América Latina debido a la crisis política en Venezuela», comenta Luis Rodríguez, experto en historia de América Latina y profesor en la Universidad de Santo Domingo. «Esta migración de capital está cambiando el tejido empresarial dominicano, con inversiones que van desde el sector inmobiliario hasta las tecnologías emergentes.»
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La situación en Venezuela, agudizada por una economía en recesión y una hiperinflación persistente, ha empujado a empresarios y particulares a buscar refugio para sus activos. De acuerdo con la Organización de los Estados Americanos (OEA), esta migración de capitales podría, paradójicamente, ser un salvavidas económico para Venezuela. «Los capitales que se mueven hacia la República Dominicana a menudo siguen implicados en el mercado venezolano. Se trata de un capital ‘en el exilio’, que mantiene conexiones económicas y potencialmente puede jugar un papel en la reconstrucción futura de Venezuela», señala Carlos Alvarado, analista político y experto en relaciones internacionales.
Hay dos caras aquí
Para la República Dominicana, la llegada de capitales venezolanos representa una doble cara. Por un lado, esta inversión ha impulsado sectores como el inmobiliario, el turístico y el tecnológico, generando empleo y estimulando la economía. «Esta inyección de capital es como un estímulo económico no planificado que está dando un impulso al crecimiento del PIB dominicano», apunta María González, economista del Banco Central de la República Dominicana.
Sin embargo, existe el riesgo de que la concentración de inversiones extranjeras podría agudizar las desigualdades sociales y ejercer presión sobre los recursos locales. Según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la brecha económica en la República Dominicana ya es una de las más altas de la región, y este nuevo flujo de capitales requiere un manejo cuidadoso para que los beneficios sean distribuidos de manera equitativa.
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Todo está bajo lupa
La comunidad internacional observa con cautela este fenómeno. En un informe reciente, la Unión Europea advierte que una gestión inadecuada de estos flujos financieros podría exacerbar problemas de corrupción y lavado de dinero, especialmente si no se establecen controles y regulaciones efectivas.
La inmigración de capitales venezolanos hacia la República Dominicana plantea tanto desafíos como oportunidades para ambas naciones. Mientras Venezuela ve una posible red de seguridad económica para su futuro incierto, la República Dominicana enfrenta el desafío de equilibrar el crecimiento económico con la equidad social. Con implicaciones que van más allá de las fronteras de estas dos naciones, la dinámica emergente requiere una observación continua y un debate serio entre expertos, políticos y organismos internacionales.