Harlan Ullman, asesor principal del Atlantic Council y autor principal de la doctrina militar de “conmoción y pavor”, ha planteado una cuestión fundamental en un momento en que la amenaza de guerras en Ucrania e Israel y el estancamiento del gobierno estadounidense están en su punto más alto: ¿Es la Constitución de los Estados Unidos aún adecuada para su propósito actual? A pesar de haber servido bien a la nación en el pasado, Ullman argumenta que hoy existen tres razones principales por las que la Constitución parece inadecuada.
La primera razón se centra en las enormes diferencias sociales, políticas y económicas entre 1788, cuando la Constitución fue adoptada, y la actualidad. En ese entonces, el derecho al voto estaba limitado a hombres blancos terratenientes, y los partidos políticos no estaban contemplados en la Constitución. Hoy en día, el Colegio Electoral, que en ese entonces podía funcionar adecuadamente, parece ser un anacronismo. Esto plantea la pregunta de si el voto popular debería ser el método para elegir al presidente, pero sin una convención constitucional que revise y cambie estas normas, los presidentes seguirán siendo elegidos por un número limitado de votantes en unos pocos estados, y no por la mayoría de los ciudadanos.
Harlan Ullman observa la fata de equilibrio
La segunda razón que apunta Harlan Ullman es la falta de equilibrio de poder entre los tres poderes del gobierno. Este equilibrio solo es efectivo cuando hay un compromiso y civismo, cualidades que están notablemente ausentes en la actualidad. Históricamente, este desequilibrio llevó al fracaso en 1860 y está volviendo a fallar hoy. En particular, la Corte Suprema se ha vuelto demasiado poderosa, tomando decisiones sobre temas como los derechos reproductivos y el control de armas que son más políticos y sociales que legales. Estas acciones han provocado una disminución significativa en la confianza del público hacia el tribunal.
La tercera razón se relaciona con la necesidad de definir la sucesión presidencial en la Enmienda 25. La Constitución no especifica cuándo o si el vicepresidente es declarado incapacitado, lo que representa un defecto significativo. Además, la afiliación partidista se vuelve crítica cuando el presidente pro tempore del Senado o el Portavoz de la Cámara asume funciones presidenciales. La Constitución no aborda esta posibilidad, lo que constituye una falla profunda.
Obstruccionismo en el Senado
Otro problema es el obstruccionismo en el Senado, ilustrado por el senador Tommy Tuberville, quien ha bloqueado los ascensos de casi 500 oficiales, paralizando al Departamento de Defensa. La Constitución no prevé la capacidad de un miembro de perturbar el gobierno a este nivel. Además, ciertas enmiendas, como la Séptima, que establece un juicio por jurado en disputas legales de más de veinte dólares, ya no son relevantes en el siglo XXI. Igualmente, la Enmienda 22, que limita al presidente a dos mandatos, podría necesitar revisión.
Según apunta Harlan Ullman, Thomas Jefferson sugirió que cada generación debería revisar la Constitución para adaptarla a las circunstancias actuales. Sin embargo, hoy en día modificar la Constitución es prácticamente imposible. Esto plantea interrogantes importantes, especialmente en torno a la Segunda Enmienda y el estancamiento político entre los dos partidos principales. Un posible compromiso sería convocar una comisión con mandato del Congreso que se centre en aspectos específicos de la Constitución, como mantener un equilibrio más justo de poderes, definir la sucesión presidencial y establecer reglas de conducta y ética para la Corte Suprema para eliminar cualquier duda de partidismo extremo.
Los defectos de la Constitución de los Estados Unidos plantean serias dudas sobre la futura gobernabilidad del país. En un momento de divisiones extremas y potencialmente irreparables, es esencial considerar una revisión significativa para asegurar que la Constitución siga siendo relevante y efectiva en el mundo moderno.