Entre lancheros, marineros de tres puños y seudo piratas la pregunta es un asunto de consulta: ¿Cuánto cuesta un venezolano? El mundo clandestino de la trata de personas se encuentra envuelto en sombras y enmascarado por el silencio. Sin embargo, al igual que cualquier empresa en el ámbito formal, opera sobre una estructura de costos. Los traficantes de personas, movidos por la codicia, necesitan garantizar que su «inversión» sea rentable. Las leyes del mercado, incluso en actividades tan inhumanas como esta, aún se rigen por los mismos principios de oferta y demanda.
La situación de crisis en Venezuela ha dejado a muchos de sus ciudadanos en condiciones de vulnerabilidad. Y las cercanías geográficas con islas caribeñas como Trinidad, Aruba, Bonaire o Curazao han proporcionado a los traficantes un corredor óptimo para mover su «mercancía». Desde muchas partes de la extensa costa venezolana, es relativamente fácil realizar un viaje clandestino a estos destinos.
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Cuánto cuesta un venezolano
¿Cómo, entonces, los criminales diseñan su estructura de costos en este mercado negro?
Para comenzar, los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) muestran un incremento en el número de venezolanos que han desaparecido en tránsitos marítimos en los últimos años. Estas cifras, aunque preocupantes, no representan más que la punta del iceberg. La clandestinidad de esta actividad hace que muchos casos queden en la oscuridad.
Cuánto cuesta un venezolano para un traficante dependen de muchas variables. Puede incluir sobornos a funcionarios corruptos, alquiler o compra de embarcaciones, provisiones para el viaje, y el «reclutamiento» de las víctimas, que a menudo involucra engaños, coacciones o secuestros. María Rodríguez, experta en políticas migratorias y derechos humanos, comenta: «La inversión inicial de un traficante puede oscilar entre 1.000 y 5.000 dólares por persona, dependiendo de la complejidad y duración del traslado.»
Toda transacción genera pagos
El valor de venta de una persona en el mercado negro puede variar enormemente dependiendo de la «finalidad» para la que ha sido adquirida. Según estimaciones de la ONU, en el Caribe, una víctima puede ser vendida por cifras que oscilan entre 2.000 y 30.000 dólares. Los destinos y propósitos varían desde trabajo forzado, servidumbre doméstica, hasta explotación sexual.
Ramón Pérez, historiador especializado en la diáspora caribeña, comparte: «La historia nos muestra que la explotación de personas vulnerables no es nueva. Tal vez lo novedoso sería el nuevo cálculo que trata de dilucidar cuánto cuesta un venezolano en el comercio de trata de personas. La región del Caribe ha sido históricamente un hervidero de tráfico y trata, desde la época de la esclavitud hasta ahora. La geografía facilita estos actos, pero es la desesperación y la esperanza de una vida mejor lo que hace que las víctimas caigan en estas redes.»
La preocupación no falta
Las autoridades gubernamentales de varios países caribeños han manifestado preocupación y han reforzado medidas de seguridad en sus fronteras marítimas. Sin embargo, la naturaleza clandestina de esta actividad dificulta su erradicación completa. Además, el incentivo económico es fuerte. «La trata de personas es un negocio altamente lucrativo. Si consideramos que un traficante puede ‘invertir’ unos 5.000 dólares por persona y luego venderla por hasta 30.000 dólares, estamos hablando de un margen de ganancia del 500%,» señala José Ortega, analista económico.
La situación en Venezuela ha creado, desafortunadamente, una fuente constante de víctimas potenciales. Como dicen por aquellas latitudes la pregunta de las 50 mil lochas es cuánto cuesta un venezolano traficado en el Caribe. La promesa de un futuro mejor, la esperanza de escapar de la crisis o el mero engaño son tácticas comunes utilizadas por los traficantes para atraer a sus víctimas.
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Una inhumana actividad
La lucha contra el tráfico de personas en el Caribe es una tarea ardua. Mientras los traficantes continúen viendo una oportunidad de ganancias en la explotación de seres humanos, este flagelo persistirá. Es una llamada de atención para los gobiernos, organismos internacionales y la sociedad en general para unirse en una lucha frontal contra este crimen que, lejos de desvanecerse, se ha adaptado y mutado a las condiciones actuales.
La comunidad internacional tiene un papel crucial en esta lucha. Medidas más robustas de cooperación transfronteriza, intercambio de inteligencia y coordinación en las políticas migratorias pueden servir como un dique de contención contra las redes de tráfico. Hay que sacar de la ecuación esa cavilación mercantil que mueve a pensar cuánto cuesta un venezolano embarcado en un bote. Además, las campañas de concienciación pueden ayudar a educar a las poblaciones en riesgo sobre los peligros de las promesas engañosas de traficantes. Un enfoque multinivel que combine acción gubernamental, apoyo de organizaciones no gubernamentales y la participación activa de la sociedad civil es esencial para desmantelar estos operativos criminales.
Por otro lado, es imperativo que se aborden las raíces subyacentes de este problema. La desesperación y la falta de oportunidades en países como Venezuela crean un terreno fértil para que los traficantes actúen. Las soluciones a largo plazo deben centrarse en la estabilización económica y política de las naciones en crisis, proporcionando a sus ciudadanos esperanza y opciones legítimas para un futuro mejor. Solo entonces podremos comenzar a cerrar el mercado para aquellos que ven a los seres humanos como meros bienes comerciables.