La política energética global lleva inscrita en sus venas las tensiones, alianzas y desafíos que, durante décadas, han dado forma a las relaciones internacionales. Y, en un contexto donde Occidente y Oriente parecen tomar rumbos divergentes, el petróleo es el lenguaje común que une a dos líderes tan diferentes como Nicolás Maduro y Xi Jinping.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, aterriza en Pekín en un contexto de tensiones crecientes entre China y Occidente. Con una agenda probablemente centrada en temas energéticos y de deuda, la situación en Venezuela es motivo de atención. A pesar de poseer las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, la producción del país ha caído estrepitosamente en las últimas décadas. Una caída atribuida a años de mala gestión, que ha reducido su producción a una cuarta parte de lo que era hace 20 años.
Maduro y Xi Jinping
Las cifras del comercio de petróleo entre Venezuela y China son reveladoras. A pesar de las sanciones estadounidenses, China no ha desistido en su interés por el oro negro venezolano. CNPC, la estatal petrolera china, cesó oficialmente la extracción de petróleo venezolano en 2019 a raíz de las sanciones de Estados Unidos. Sin embargo, China no ha dejado de recibir petróleo venezolano, haciéndolo a través de intermediarios que lo etiquetan como malayo. De acuerdo con el rastreador de petroleros Kpler, China adquirió cerca de 110 millones de barriles de crudo venezolano en 2022. A estos se suman los datos de Vortexa, que estiman que, durante los primeros ocho meses de 2023, las importaciones de crudo venezolano a China, etiquetado como malayo o mezcla de betún, promediaron 430.000 bpd.
Por otro lado, en un intento por saldar la deuda con China, CASIC, una empresa estatal centrada en la defensa, ha estado enviando crudo venezolano a China desde 2020, ingresando al país a través de canales aduaneros específicos y sin someterse a sistemas de cuotas de importación. Es notable que, oficialmente, China no ha registrado ninguna importación de petróleo crudo venezolano desde 2019. Sin embargo, el crudo venezolano, en su mayoría de los grados Merey y Boscán, es ampliamente usado por refinerías en la provincia china de Shandong. La consolidación de esta estrategia está en las manos de Maduro y Xi Jinping.
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La Faja del Orinoco
CNPC ha dejado una huella profunda en Venezuela. Su relación con el país sudamericano data de hace casi 30 años. A pesar de que la empresa detuvo nuevas inversiones en Venezuela en 2009, ha mantenido activos importantes en la nación. Entre ellos, destaca su participación del 40% en Petrolera Sinovensa, empresa mixta que opera en la Faja del Orinoco, uno de los reservorios más grandes de petróleo pesado en el mundo.
El petróleo también ha sido el garante de préstamos multimillonarios entre China y Venezuela. Desde 2007, el fallecido presidente Hugo Chávez acordó con China créditos y préstamos por petróleo que suman 50.000 millones de dólares. Sin embargo, la crisis en Venezuela y la caída de los precios del petróleo obligaron al gobierno de Maduro a solicitar plazos para pagar la deuda, que actualmente asciende a más de 10.000 millones de dólares.
El encuentro entre Maduro y Xi Jinping refleja más que dos líderes dialogando. Es una ventana a las complejas relaciones geopolíticas actuales, donde el petróleo, a pesar de los avances tecnológicos y energéticos, sigue siendo el pilar de muchas economías y relaciones bilaterales. En este ajedrez global, Venezuela y China demuestran que, a pesar de las diferencias y retos, el lenguaje del petróleo es universal.
Mucho más que amigos
La relación entre Venezuela y China, a simple vista, puede parecer meramente transaccional, basada en el intercambio de petróleo por financiamiento. Pero, en un análisis más profundo, representa una intrincada red de poder, estrategia e influencia en el tablero mundial. China, al posicionarse como el principal salvavidas económico de Venezuela en tiempos de crisis, no sólo asegura un flujo constante de crudo, sino que también gana un aliado estratégico en América Latina, una región tradicionalmente influenciada por Estados Unidos.
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Por otro lado, el encuentro de Maduro y Xi Jinping en Pekín puede verse como un mensaje claro al mundo occidental: Venezuela tiene opciones. En un contexto donde las sanciones de Estados Unidos y la presión internacional han intentado aislar al régimen de Maduro, la alianza con China brinda al líder venezolano un cierto nivel de respaldo y legitimidad. Además, este acercamiento fortalece el bloque de países que, desafiando el status quo internacional, buscan un reordenamiento global más multipolar, donde potencias emergentes como China tienen un rol protagónico.
A medida que el siglo XXI avanza, las alianzas que se están forjando entre naciones emergentes y establecidas desafían las nociones tradicionales de poder y diplomacia. El petróleo, como recurso esencial, sigue siendo un motor de estas relaciones, pero es el trasfondo político y estratégico el que define la dirección y el impacto de estos vínculos. En la danza diplomática entre Caracas y Pekín, el petróleo es el ritmo, pero las notas más profundas son las que se tocan en el ámbito de la geopolítica y el deseo de redefinir el orden mundial.